jueves, 9 de agosto de 2012

Cuando me agarra la locura… y me pongo bien intensa.


Paciente femenina de 22 años de edad, la cual niega HAS, DM y alergias. Refiere presencia de contractura de ambas ex. sup. y parestesias en rostro con sensación de desviación facial. A su ingreso consciente, tranquila, orientada, neurológicamente sin datos de focalización o lateralización. Dx. Trastorno de ansiedad…

Bueno, suena delicado, pero la ventaja de esto es que la contractura me duró solo veinticuatro horas, y como me veía tan grave que hasta asustaba, me dieron 7 días de incapacidad… los cuales disfruté en la rica playa.

Ahora ya no me dan contracturas, solo gastritis, y lo malo es que por gastritis no dan incapacidad en el IMSS.

Todo se remonta a mi niñez, mi niñez fue muy normal, todo funcionaba perfectamente. Fui la primer hija de un matrimonio sano y mis papás no se casaron por culpa mía, de hecho se casaron por Urgencia,  podría decir que Urgencia es el nombre de mi hermana mayor, pero no, no tengo hermanos mayores, y la urgencia se debió a que mi mamá se casó sobrellevando un grave padecimiento que podía poner en riesgo su salud: era virgen.

Ante éste hecho, ahora entiendo por qué mi mamá siempre esperó que yo me guardara para el matrimonio, lo que ella no comprende es que aún me estoy guardando para el matrimonio, porque cada vez que escucho esa palabra corro a esconderme.

Como mi niñez era muy normal y mi familia me amaba con todo el corazón, inconscientemente busque complicarme la existencia desde una edad muy temprana. Todavía no cumplía el año de edad y ya me arrancaba los pelos de la cabeza dándome tremendos jalones a las únicas tres greñas que tenía. Desde muy pequeña ya no dejé que mi mamá me amamantara y tampoco quería tomar biberón, así que yo todavía no cumplía un año y mi mamá tenía que darme la leche en vaso. Con esto, de acuerdo a la teoría de la etapa oral de Sigmund Freud queda demostrado que sobrellevé esta etapa: yo no soy mamona por trauma… lo soy por el puro gusto de estar chingando.


 De acuerdo a Sigmund Freud después de la etapa oral hay otras tres etapas: la anal, la fálica y la genital. Me brincaré esa parte porque la explicación que les brinde podría ocasionar la clausura de este blog.

Mis traumas, sembrados por mí misma para sobrellevar lo exageradamente normal de mi infancia, fueron alimentados con diferentes sucesos y por los traumas de la gente que me rodea, para fructificar ‘exitosamente’ en insanas obsesiones que se ven reflejadas con actitudes muy intensas:

Corría el verano del año de 1986… y en el estadio León se disputaría un importante partido, mi hermano, de entonces solo tres años de edad, en su infantil ignorancia no tenía ni idea de lo que significaba ir al estadio y gritar Goooooool. La verdad yo tampoco tenía idea de lo que significaba eso,  es más, no tenía ni idea de quién iba a jugar,  y tampoco había estado alguna vez en un partido de fut bol, bueno, solo en los que organizaban los vecinos en la calle. Pero el solo hecho de ver el trajín que se cargaban mis tíos y mi papá con el afán de ir al estadio, me indicaba que se avecinaba algo importante, algo demasiado importante como para atraer a mi papá al estadio; a mi papá quien nunca se preocupaba por ver el fut bol, y mucho menos por ir al estadio. Ante este inusual suceso yo estaba más que emocionada y a la expectativa, brincaba de gusto y me descomponía de agitación. Con lo que yo no contaba era con que no sería requerida. Así que cuando llegué a la puerta con rollo de papel y matraca en mano, mi papá al verme como una intrusa no planeada, decidió mandarme por las llaves al cuarto de mis tíos, el cual quedaba hasta el fondo de la casa. Busque rápidamente y no encontré las llaves. Para cuando llegué a la puerta, mi papá y mis tíos ya se habían ido, y lo que era peor: inconcebiblemente prefirieron llevarse al estadio al latoso de mi hermano máquina de popó.

Al darme cuenta de que mi Papá me dijo diplomáticamente que fuera a ver si “ya puso la marrana”, me desinflé como se desinfla un soufflé recién salido del horno, y lloré como dos días, bueno, a mi me pareció que fueron dos días, pero aunque mis tías corrieron a romper sus alcancías para comprarme dulces y chocolates que me consolaran, mis berridos era tales que tuvieron que advertirme que de seguir llorando,  mis ojos podrían saltar de las cuencas oculares. Lo anterior me pareció francamente aterrador, así que cesé el llanto.

Después comprendí que para mi papá hubiera sido muy difícil tener que lidiar con una niña en el estadio, tan solo por el hecho de tener que acompañarme a hacer pipí o de llevarme cargada de regreso a la casa.

Trauma: muchos años mas tarde, cuando alguien me aplicó la misma y fui engañada para quedarme sola en casa,  al darme cuenta de la situación y de que la Vaca me quería ver la cara de buey,  armé tal argüende que el susodicho terminó en una patrulla, en calzones, sin zapatos y todas sus pertenencias esperando en la esquina por el camión de la basura. De hecho las pertenencias no llegaron al camión de la basura, porque los vecinos, cual zopilotes hambrientos, rapiñaron todo lo que saqué, incluyendo sus calcetines sucios.

El trauma de levantarme temprano: un sábado cualquiera del año 1997, seis cuarenta y cinco de la mañana mi mamá empuja la puerta de mi cuarto y me pregunta a qué hora me voy a levantar. Abro los ojos y con mirada de pistola la asesino en mi imaginación. Contesto amablemente que en quince minutos estaré en la cocina. Me paro de la cama y lo primero que hago es desquitar mi odio aventando un zapato contra la pared  hacia mi recién adquirido póster de Ricky Martin. En ese entonces yo tenía buena puntería y dotes de vidente, porque aseguraba que Ricky Martin era jotillo. Me hice de ese póster robándoselo a alguien con el único afán de pegarlo en mi cuarto para aventarle zapatos y desquitar mis frustraciones. Lo mismo pasaba los domingos que tenía que levantarme temprano para ir a misa de 7 de la mañana. Esta escena se repitió tres años más, cada sábado y domingo. Según mis papás, “al que madruga Dios le ayuda”, pero según mi teoría: “no por mucho madrugar amanece mas temprano”. Aunque me levante más temprano, el día seguirá teniendo las mismas horas, y yo seguiré experimentando la misma flojera de fin de semana. Además dormir hasta tarde es riquísimo. Trauma: SIEMPRE hago planes para levantarme tarde sábado y domingo, organizo mi tiempo y me vuelvo loca el viernes o el sábado en la tarde para poder dormirme otro rato en la mañana de sábado o domingo, esos días, que no trabajo, me encanta aprovecharlos al máximo… levantándome tarde, y cuando estoy acompañada de mi chico, despertarse temprano para levantarse tarde es fenomenal.

Extensión del trauma: como para mí es riquísimo quedarme acostada un rato por la mañana, y es todavía más rico cuando no amanezco sola, la vaca, con el afán de hacerme enfurecer, hacía planes para las mañanas de los fines de semana, en los cuales NO me incluía, lo anterior desató muchas peleas y discusiones. En ese entonces  terminé por mandarlo a la chingada, por cuarta vez.

1999, no se que día, de no se qué mes, mi papá dejó de hablarme. No sé que pasó, no sé que le dijeron de mí, no sé de qué se enteró. Pero ni mi mamá ni mi papá hablaron conmigo acerca de lo que les molestaba, simplemente dejaron de hablarme y ya. Su costumbre de mandarme diplomáticamente a la chingada, haciendo berrinche y dejándome de hablar cuando yo no hacía lo que ellos esperaban de mí, era clásica. (… ¿era?).

Total que mi Papá y yo dejamos de hablarnos por varios años, inclusive no contestaba mis llamadas, ni mis correos, ni las cartitas de amor que le dejaba por debajo de la puerta. Lo anterior me enfurecía, y en lugar de correr a partirle la madre de tan enojada que estaba, solía encerrarme en mi cuarto a ahogarme en llanto mientras escuchaba a Pink Floyd. (…¿solía?)

Nunca supe a qué se debía el enojo de mi papá, pero supongo que fue porque como yo ya estaba cansada de tener que pedir permiso para salir, porque sabía que me iba a decir que no, aplicaba la de “mas vale pedir perdón, que pedir permiso”. (…¿aplicaba?).

Pues como dejó de hablarme,  yo lloré desconsoladamente tres fines de semana seguidos. Y es que tenía como regla general no llorar entre semana, porque se me hinchan mucho los ojos y al verme los ojos tremendamente hinchados, en la escuela y el trabajo sospecharían acerca de mi salud mental. Por el motivo anterior dividí el duelo en tres fines de semana. Llegaba el viernes por la noche y me la pasaba llorando hasta el domingo a medio día, y por la tarde cerraba el duelo del fin de semana escuchando “Teardrop” de Massive Attack. El domingo por la tarde ya actuaba normal… ja! “dividir el duelo” solo a un loco se le ocurre semejante cosa.. Dios Mio!!, estaba loca (…¿estaba?).


Dos años de psicoterapia me enseñaron (me obligaron) a dejar de querer influenciar la vida de quienes me rodean para que hagan, sientan y piensen lo que de acuerdo a mis parámetros es lo correcto. Esto no quiere decir que haya sido una manipuladora y controladora sicótica, no, por supuesto que no, yo era algo peor que eso: el gran problema era que mi actitud “pasivo-agresiva”, me convertía en una demente suicida bipolar psicópata depresiva porque me ponía a llorar cuando no era tomada en cuenta (…¿me ponía?).


 
A la fecha aún hay sucesos que me quiebran, cuando veo que hay indicios que me advierten que podrían  repetirse las situaciones desagradables que viví en el pasado, y mientras me arranco las tres greñas que me quedan en la cabeza pienso –“no, por favor no, otra vez ya no”. Por eso demuestro actitudes incongruentes: me carcajeo de angustia, lloro desconsoladamente de alegría, me relajo cuando estoy nerviosa, digo chistes cuando estoy muy triste, huyo cuando me quiero acercar a alguien, me burlo de los que me caen bien, bailo de impotencia, tiemblo de emoción. Por lo anterior es difícil que alguien pueda reconocer mis estados anímicos. Lo cual complica enormemente mi existencia, pero más la de quienes me rodean.

Afortunadamente eso ya no me pasa, bueno, ya no me pasa tan seguido, aunque aún estoy trabajando sobre ciertos aspectos de mi actitud que poco a poco estoy aprendiendo a controlar, como por ejemplo, insistir hasta dejar perder 31 llamadas en el celular. Ahora solo marco dos veces como la gente normal y si no me contestan olvido el asunto y me voy a llorar a mi cuarto mientras escucho Pink Floyd… es broma, jajaja, ya no escucho a Pink Floyd para llorar... ahora escucho a Coldplay.

 Por aguantarme todo lo anterior quiero darle las gracias a la gente que me rodea y que me ha entendido en este difícil proceso de aprendizaje. Gracias por su paciencia y su buena disposición, gracias especialmente a Maps.

La rola de hoy me hace llorar, no se si de felicidad o de tristeza, ni siquiera puedo identificar la emoción, significa tantas cosas...

1 comentario:

  1. Buenos dias he leido tu blog por accidente y me parecio excelente , empece leyendo algo de san juan de los lagos y me gusto mucho tu manera de plamar las cosas aunque tristemente no hay uno nuevo desde septibre del 2012., probablemente estes muy ocupada.
    pero de todas maneras gracias por compartir algunas de tus experiencias.

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