jueves, 26 de abril de 2012

La niña que llevo dentro: yo misma.






Tuve una infancia feliz, bueno, de lo que me acuerdo es de las partes felices, un año de terapia fue suficiente para bloquear los recuerdos non gratos y enfocarme en las cuestiones positivas.



Esta foto pocos la conocen, se encuentra en la escalera de la casa de mis papás

Fui una niña precoz, en todos los aspectos. Desde el kinder ya sabía leer y escribir perfectamente, y fue por eso que inicié la primaria en segundo grado, a los 5 años.
Mi vida fue mas divertida antes de cumplir 10, antes de comenzar a estudiar la secundaria. Así es: secundaria con 10 años, ¿te imaginas?. Qué bueno que no te lo imagines porque ahí fue cuando me empecé a volver loca y desequilibrada. No me quejo de mi niñez, porque viví en un mundo muy agradable, en el que, en palabras de mi abuela paterna: -todo era bueno. Y en palabras de mi abuela materna: - en esa época todo era mejor, y a los perros los amarrábamos con longaniza.

Tengo que agradecerle a mi Tio Pepe por inducirme a la buena música, y por tomarme fotos, sin su ayuda no habría imágenes para este post.




Mi niñez, los ochentas: a pesar de la crisis económica y de estar el PRI en el poder, todo era bueno, pero la moda era un desastre. No tenía videojuegos en casa, pero no hacía falta, porque con una moneda de cien, de Venustiano Carranza podíamos jugar Pac Man en las “maquinitas”. Tenía varios primos de mi familia materna con los que iba a la escuela, y con los que me echaba la pinta también. Además, estando la escuela cerca de la casa, y el Parque Hidalgo cerca de la escuela, íbamos al parque para pasarla de lujo cuando no había dinero para Mario Bros Tres.

Si el Parque Hidalgo pudiera hablar…extraño la pendiente del puente peatonal del parque, mis primos tenían “avalanchas” con las que bajaban raudos y veloces para estrellarse contra las jardineras. Eso me encantaba: verlos estrellarse porque siempre he sido tan cobarde que nunca me animé a subirme en una y mucho menos aventarme por la “mortal” bajada del puente.

Mis más intrépidas maniobras: subirme a los columpios, (porque las resbaladillas me daban pavor), y saltar sobre la cama de mis tías, hasta que una vez, me dí tremendo sentonzazo en el suelo por calcular mal el brinco. Debo confesar que me dolió mas el orgullo que el trasero, tan fue así que cuando mis apuradas tías me preguntaron: -Emmy, Emmy, ¿te caíste? . Yo, con mi moral lastimada por tan chusca escena, solo atiné a responder con un tono de orgullo: -no me caí, así me bajo.

Me daba pena que mis tías me mandaran a preguntar la hora, porque se burlaban de mi cuando levantaba la bocina, marcaba 03 en el disco del teléfono y preguntaba amablemente: -señorita, ¿me da su hora por favor?


También me daba pena que me mandaran a preguntarle la hora a mi Tío Gustavo, porque maquiavélicamente no me contestaba, solo me ponía enfrente su reloj de manecillas… era sumamente decepcionante. (y hasta la fecha me cuesta trabajo leer un reloj que no sea digital).

Siempre he tenido un grave problema con las matemáticas, debo confesar que soy buena para leer, pero para sumar, restar o multiplicar soy patética: hasta le fecha no recuerdo cuanto es siete por seis y no me sé los números romanos, de hecho para escribir siglo diecinueve lo hago con una i seguida de dos equis.






Ahhhh la inocencia de mi infancia. En mi niñez, el mundo real quedaba tan, pero tan lejos, que ahora algunos de mis conceptos de aquel entonces me parecen ridículos (algunos, no todos) :

La única Guerra Fría de la que tenía conocimiento era de la guerra que le daba a mi mamá para que me comprara una paleta de hielo sabor Pitufo.

Como el “Pato Donald” no sabía hablar, creía que su verdadero nombre era Ronald, si Ronald Reagan, a quien por cierto mencionaban mucho en el radio.

Me preocupaba más que el Doctor Hell encontrara el yacimiento de japonio para fabricar robots que destruirían a Mazinger Z, que el peligro que significó Chernobyl. Lo que es peor, suponía que Chernobyl era otro planeta, como Melmac o Thundera.

Me quitaba mas el sueño saber los sufrimientos de la “Abeja Maya”, que la hambruna en Etiopía.

Me preocupaba más no poder ver el Chavo del Ocho, que la caída del muro de Berlín. O incluso que rescataran a Gilligan de la isla, así se acabarían sus divertidas aventuras.

Pensaba que al hablar de Augusto Pinochet se referían a la verdadera identidad de Geppetto.

Que ejecutaron al responsable de un régimen horror vivido en Rumania… ¿¿el tal Nicolae Ceausescu será vampiro??

Escuché en las noticias que recién se había encontrado un Agujero en la Capa de Ozono, y yo me preocupaba más por encontrar en una juguetería la “Espada del Augurio” que me mostrara más allá de lo evidente.

Estaba tan ajena del mundo, pero aún así seguía riendo con los chistes del Güiri Güiri, solo porque me parecía chistoso, aunque no lo entendiera.

E.T. me parecía super cool, pero me parecía mas cool Alf, él tenía mucho sentido del humor, y las películas de Mad Max que pasaban los domingos por el “canal diez”  me parecían un claro anuncio de que el mundo se acabaría en el 2000.

De Chespirito ni hablar, mi mamá no nos dejaba ver el chavo del ocho por considerarlo una influencia poco favorable, y yo no tenía idea a que se referían las niñas de la escuela cuando me gritaban: - chusma, chusma. Así que viví feliz; y ahora que ya nadie me impide verlo lo disfruto mucho porque para mí todos los chistes son nuevos. Y en lugar de ver el chavo del ocho, veía en Imevisión “los años maravillosos”


De Izquierda a derecha: mi hermano tapando a mi primo Iván, Laura de sombrero, yo misma, mi hermana Flaca y mi prima Fátima, gracias Lau por rolarme las pics.




Mi niñez fue privilegiada: no tenía que preocuparme por trabajar para ganarme el sustento, solo bastaba con abrir el refri o pedir dinero a mis papás (y tenía papás, es decir estaban juntos, y hasta la fecha están juntos). Las preocupaciones eran mínimas, y hacer la tarea era mi responsabilidad mas grande. Los retos a superar eran: saltar a mas de tres en el “chinche al agua”, brincar hasta quintas en el resorte y voltear de una sola palmada hasta tres prendas de papel para mis muñecas, también de papel.

Mis mayores angustias eran: que al hacer una travesura mis papás estuvieran de acuerdo en el castigo, porque así el castigo sería mayor; levantarme tarde el domingo y perderme a Chabelo; y tener que ir a confesar mis pecados para poder comulgar. (Si esa era mi mayor angustia, no se que hubiera sido de mi de tener que confesar en ese entonces los pecados que cometo actualmente).

Mis grandes traumas: que los chocolates de la vaquita me salieran quebrados, ahora mi trauma es quebrarme emocionalmente por las necedades de La Vaca.

Traumada por la comida y siquiera me preocupaba por la dieta, y yo era feliz con $1000 de Sor Juana Inés de la Cruz, porque me alcanzaban para unas pizzerolas de $600 y una coca en bolsita de $400… la salsa Maga iba de regalo. Y de postre? Palomitas, pero no con salsa, sino con caramelo, venían en presentación de bola y pintadas de rosa o de verde.

No tenía una relación de pareja, pero me trastornaba de a gratis con mi gran amor imposible de la infancia: Luis Alberto Andrade Vega, guapísimo y excelente dibujante. Sí ya sé que puse su nombre completo, a estas alturas de mi vida no me importa si se busca en Google y encuentra su nombre en mi blog. Pagué terapia para superar mis irracionales traumas y por eso tengo derecho a darme el lujo de decirle a todo el mundo que moría por el hermano mayor de Martha Elva Andrade Vega cuando estaba en el kínder.
A la derecha, de playera rosa, con mirada siniestra y dos bebés sentadas en mi regazo.


Las películas de karate Kid influenciaron mucho a la niñez de mi época, pero influenciaron mas a mis hermanos (y a mi papá), quienes se inscribieron inmediatamente en clases de karate, y alcanzaron el 3er Dan de la cinta verde… yo les quise seguir el paso, pero como soy malísima en deportes, a lo más que llegué fue a “Cinta Diurex”

Como haya sido…amé mi infancia, amo mi vida, gracias a lo que viví es lo que soy ahora, y aunque lo dudes, aún vive en mi interior la niña inocente y tierna.
 
No es mi hija, soy yo, por imposible que parezca.



La rola de hoy le causa nauseas a mi hermano y a mi no me desagradaba, ahora se me hace algo cursi aunque crecí con ella.



3 comentarios:

  1. Amo tus blogs Emmy, cada semana nos muestras una parte muy chida de tu vida y mas que los 12 años que tengo de conocerte que solo pude ver la punta del iceberg y si con esto pensaba que eres un diamante en bruto, ahora me siento orgulloso de conocerte a ti, gracias!! Hazael

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    1. carnal caifan, en eso de lo bruto coincido contigo... y en todo lo demás también, gracias por ser mi carnal y por leerme, te quiero mushoooo.

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  2. Nice comadre... el primero que me aviento.

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