Paciente
femenina de 22 años de edad, la cual niega HAS, DM y alergias. Refiere
presencia de contractura de ambas ex. sup. y parestesias en rostro con
sensación de desviación facial. A su ingreso consciente, tranquila, orientada,
neurológicamente sin datos de focalización o lateralización. Dx. Trastorno de
ansiedad…
Bueno,
suena delicado, pero la ventaja de esto es que la contractura me duró solo
veinticuatro horas, y como me veía tan grave que hasta asustaba, me dieron 7
días de incapacidad… los cuales disfruté en la rica playa.
Ahora
ya no me dan contracturas, solo gastritis, y lo malo es que por gastritis no
dan incapacidad en el IMSS.
Todo se
remonta a mi niñez, mi niñez fue muy normal, todo funcionaba perfectamente. Fui
la primer hija de un matrimonio sano y mis papás no se casaron por culpa mía,
de hecho se casaron por Urgencia, podría
decir que Urgencia es el nombre de mi hermana mayor, pero no, no tengo hermanos
mayores, y la urgencia se debió a que mi mamá se casó sobrellevando un grave
padecimiento que podía poner en riesgo su salud: era virgen.
Ante éste
hecho, ahora entiendo por qué mi mamá siempre esperó que yo me guardara para el
matrimonio, lo que ella no comprende es que aún me estoy guardando para el
matrimonio, porque cada vez que escucho esa palabra corro a esconderme.
Como mi
niñez era muy normal y mi familia me amaba con todo el corazón,
inconscientemente busque complicarme la existencia desde una edad muy temprana.
Todavía no cumplía el año de edad y ya me arrancaba los pelos de la cabeza
dándome tremendos jalones a las únicas tres greñas que tenía. Desde muy pequeña
ya no dejé que mi mamá me amamantara y tampoco quería tomar biberón, así que yo
todavía no cumplía un año y mi mamá tenía que darme la leche en vaso. Con esto,
de acuerdo a la teoría de la etapa oral de Sigmund Freud queda demostrado que sobrellevé
esta etapa: yo no soy mamona por trauma… lo soy por el puro gusto de estar
chingando.
De
acuerdo a Sigmund Freud después de la etapa oral hay otras tres etapas: la anal,
la fálica y la genital. Me brincaré esa parte porque la explicación que les
brinde podría ocasionar la clausura de este blog.
Mis
traumas, sembrados por mí misma para sobrellevar lo exageradamente normal de mi
infancia, fueron alimentados con diferentes sucesos y por los traumas de la
gente que me rodea, para fructificar ‘exitosamente’ en insanas obsesiones que
se ven reflejadas con actitudes muy intensas:
Corría
el verano del año de 1986… y en el estadio León se disputaría un importante partido, mi
hermano, de entonces solo tres años de edad, en su infantil ignorancia no tenía
ni idea de lo que significaba ir al estadio y gritar Goooooool. La verdad yo
tampoco tenía idea de lo que significaba eso, es más, no tenía ni idea de quién iba a jugar,
y tampoco había estado alguna vez en un
partido de fut bol, bueno, solo en los que organizaban los vecinos en la calle.
Pero el solo hecho de ver el trajín que se cargaban mis tíos y mi papá con el
afán de ir al estadio, me indicaba que se avecinaba algo importante, algo
demasiado importante como para atraer a mi papá al estadio; a mi papá quien
nunca se preocupaba por ver el fut bol, y mucho menos por ir al estadio. Ante este inusual suceso yo
estaba más que emocionada y a la expectativa, brincaba de gusto y me
descomponía de agitación. Con lo que yo no contaba era con que no sería
requerida. Así que cuando llegué a la puerta con rollo de papel y matraca en mano, mi papá al verme como una intrusa no planeada, decidió
mandarme por las llaves al cuarto de mis tíos, el cual quedaba hasta el fondo
de la casa. Busque rápidamente y no encontré las llaves. Para cuando llegué a
la puerta, mi papá y mis tíos ya se habían ido, y lo que era peor: inconcebiblemente
prefirieron llevarse al estadio al latoso de mi hermano máquina de popó.
Al
darme cuenta de que mi Papá me dijo diplomáticamente que fuera a ver si “ya
puso la marrana”, me desinflé como se desinfla un soufflé recién salido del
horno, y lloré como dos días, bueno, a mi me pareció que fueron dos días, pero
aunque mis tías corrieron a romper sus alcancías para comprarme dulces y
chocolates que me consolaran, mis berridos era tales que tuvieron que advertirme
que de seguir llorando, mis ojos podrían
saltar de las cuencas oculares. Lo anterior me pareció francamente aterrador,
así que cesé el llanto.
Después
comprendí que para mi papá hubiera sido muy difícil tener que lidiar con una
niña en el estadio, tan solo por el hecho de tener que acompañarme a hacer pipí
o de llevarme cargada de regreso a la casa.
Trauma:
muchos años mas tarde, cuando alguien me aplicó la misma y fui engañada para quedarme
sola en casa, al darme cuenta de la
situación y de que la Vaca
me quería ver la cara de buey, armé tal
argüende que el susodicho terminó en una patrulla, en calzones, sin zapatos y todas sus pertenencias esperando en la esquina por el camión de la basura.
De hecho las pertenencias no llegaron al camión de la basura, porque los
vecinos, cual zopilotes hambrientos, rapiñaron todo lo que saqué, incluyendo
sus calcetines sucios.
El
trauma de levantarme temprano: un sábado cualquiera del año 1997, seis cuarenta
y cinco de la mañana mi mamá empuja la puerta de mi cuarto y me pregunta a qué
hora me voy a levantar. Abro los ojos y con mirada de pistola la asesino en mi
imaginación. Contesto amablemente que en quince minutos estaré en la cocina.
Me paro de la cama y lo primero que hago es desquitar mi odio aventando un
zapato contra la pared hacia mi recién adquirido póster
de Ricky Martin. En ese entonces yo tenía buena puntería y dotes de vidente,
porque aseguraba que Ricky Martin era jotillo. Me hice de ese póster robándoselo
a alguien con el único afán de pegarlo en mi cuarto para aventarle zapatos y
desquitar mis frustraciones. Lo mismo pasaba los domingos que tenía que
levantarme temprano para ir a misa de 7 de la mañana. Esta escena se repitió
tres años más, cada sábado y domingo. Según mis papás, “al que madruga Dios le
ayuda”, pero según mi teoría: “no por mucho madrugar amanece mas temprano”.
Aunque me levante más temprano, el día seguirá teniendo las mismas horas, y yo
seguiré experimentando la misma flojera de fin de semana. Además dormir hasta
tarde es riquísimo. Trauma: SIEMPRE hago planes para levantarme tarde sábado y
domingo, organizo mi tiempo y me vuelvo loca el viernes o el sábado en la tarde
para poder dormirme otro rato en la mañana de sábado o domingo, esos días, que
no trabajo, me encanta aprovecharlos al máximo… levantándome tarde, y cuando estoy acompañada de mi chico, despertarse temprano para levantarse tarde es fenomenal.
Extensión
del trauma: como para mí es riquísimo quedarme acostada un rato por la mañana, y es
todavía más rico cuando no amanezco sola, la vaca, con el afán de hacerme enfurecer,
hacía planes para las mañanas de los fines de semana, en los cuales NO me incluía, lo anterior desató muchas peleas y discusiones. En ese entonces terminé por mandarlo a la chingada, por
cuarta vez.
1999,
no se que día, de no se qué mes, mi papá dejó de hablarme. No sé que pasó, no
sé que le dijeron de mí, no sé de qué se enteró. Pero ni mi mamá ni mi papá
hablaron conmigo acerca de lo que les molestaba, simplemente dejaron de
hablarme y ya. Su costumbre de mandarme diplomáticamente a la chingada, haciendo
berrinche y dejándome de hablar cuando yo no hacía lo que ellos esperaban de mí,
era clásica. (… ¿era?).
Total
que mi Papá y yo dejamos de hablarnos por varios años, inclusive no contestaba
mis llamadas, ni mis correos, ni las cartitas de amor que le dejaba por debajo
de la puerta. Lo anterior me enfurecía, y en lugar de correr a partirle la
madre de tan enojada que estaba, solía encerrarme en mi cuarto a ahogarme en
llanto mientras escuchaba a Pink Floyd. (…¿solía?)
Nunca
supe a qué se debía el enojo de mi papá, pero supongo que fue porque como yo ya
estaba cansada de tener que pedir permiso para salir, porque sabía que me iba a
decir que no, aplicaba la de “mas vale pedir perdón, que pedir permiso”. (…¿aplicaba?).
Pues
como dejó de hablarme, yo lloré
desconsoladamente tres fines de semana seguidos. Y es que tenía como regla
general no llorar entre semana, porque se me hinchan mucho los ojos y al verme los ojos tremendamente hinchados, en la escuela y el trabajo sospecharían acerca de mi salud mental. Por el
motivo anterior dividí el duelo en tres fines de semana. Llegaba el viernes por
la noche y me la pasaba llorando hasta el domingo a medio día, y por la tarde
cerraba el duelo del fin de semana escuchando “Teardrop” de Massive Attack. El domingo por la tarde ya actuaba normal… ja! “dividir el
duelo” solo a un loco se le ocurre semejante cosa.. Dios Mio!!, estaba loca
(…¿estaba?).
Dos
años de psicoterapia me enseñaron (me obligaron) a dejar de querer influenciar
la vida de quienes me rodean para que hagan, sientan y piensen lo que de
acuerdo a mis parámetros es lo correcto. Esto no quiere decir que haya sido una
manipuladora y controladora sicótica, no, por supuesto que no, yo era algo peor
que eso: el gran problema era que mi actitud “pasivo-agresiva”, me convertía en
una demente suicida bipolar psicópata depresiva porque me ponía a llorar cuando no era
tomada en cuenta (…¿me ponía?).
A la
fecha aún hay sucesos que me quiebran, cuando veo que hay indicios que me
advierten que podrían repetirse las
situaciones desagradables que viví en el pasado, y mientras me arranco las tres
greñas que me quedan en la cabeza pienso –“no, por favor no, otra vez ya no”.
Por eso demuestro actitudes incongruentes: me carcajeo de angustia, lloro
desconsoladamente de alegría, me relajo cuando estoy nerviosa, digo chistes
cuando estoy muy triste, huyo cuando me quiero acercar a alguien, me burlo de los que me caen bien, bailo de
impotencia, tiemblo de emoción. Por lo anterior es difícil que alguien pueda
reconocer mis estados anímicos. Lo cual complica enormemente mi existencia, pero
más la de quienes me rodean.
Afortunadamente
eso ya no me pasa, bueno, ya no me pasa tan seguido, aunque aún estoy
trabajando sobre ciertos aspectos de mi actitud que poco a poco estoy
aprendiendo a controlar, como por ejemplo, insistir hasta dejar perder 31 llamadas en el celular. Ahora solo marco dos veces como la gente normal y si
no me contestan olvido el asunto y me voy a llorar a mi cuarto mientras escucho
Pink Floyd… es broma, jajaja, ya no escucho a Pink Floyd para llorar... ahora escucho a Coldplay.
Por aguantarme todo lo anterior quiero darle
las gracias a la gente que me rodea y que me ha entendido en este difícil
proceso de aprendizaje. Gracias por su paciencia y su buena disposición,
gracias especialmente a Maps.
La rola
de hoy me hace llorar, no se si de felicidad o de tristeza, ni siquiera puedo identificar la emoción, significa tantas cosas...
Buenos dias he leido tu blog por accidente y me parecio excelente , empece leyendo algo de san juan de los lagos y me gusto mucho tu manera de plamar las cosas aunque tristemente no hay uno nuevo desde septibre del 2012., probablemente estes muy ocupada.
ResponderEliminarpero de todas maneras gracias por compartir algunas de tus experiencias.