jueves, 16 de agosto de 2012

La flojera del regreso...a clases.


Mi chaparrita entrará a 3er grado de primaria, bueno, eso de chaparrita es en sentido figurado, pues a sus siete años, de su salón de clases es la mas pequeña en edad y la mas grande en estatura.

Manifiesta que está nerviosa por el hecho de avanzar de segundo a tercero. Y aunque traté de consolarla, yo en su lugar estaría hecha un manojo de nervios: Grado nuevo, la más alta del salón y con los dientes chuecos.

Empezar la escuela después de unas largas, jugosas y gloriosas vacaciones me sabe mal,  y eso que no soy yo la que entra a la escuela. Es como la depresión de un domingo en la tarde, y más cuando sabes que ese domingo marca el final de las vacaciones de verano.

Ésta debe ser la única hora del día en la que uno comprende por qué el país no avanza más rápido  -Mafalda.



Rutina: suena el despertador a las 5:30 de la mañana, y lo dejo en snooze, para que suene 10 minutos después, diez minutos que me saben a gloria. Vuelve a sonar e invoco a los espíritus del universo para juntar fuerzas y despegarme de la tibieza de la almohada. Una vez que por fin logré despegarme de las suaves sábanas de mi cama calientita, volteo a ver a mi hija, quien parece una bella durmiente, pero una bella durmiente que abarca media cama porque está toda desparpajada, descobijada, con los pies en la cabecera y con la cabeza al pie de la cama… Dios! ¿Como le hace para darse la vuelta mientras duerme? Como sea, me despego de la cama mientras tiento el suelo frío y busco mis chanclas… prometo que este fin de semana compraré un tapete para no pisar el suelo. Esa es la promesa que me he hecho todos los días durante el último año y no he comprado nada. Así que ahí estoy, tocando el suelo frío esperando encontrar mis chanclas para no ir descalza al baño.


Llego al baño y “se hace la luz” al tocar el apagador… me duelen los ojos, los entrecierro y no me puedo explicar por qué siempre al levantarme y encender la luz los ojos me duelen, es como si ellos también estuvieran dormidos y tuvieran que despertar repentinamente.

Me siento en la taza del baño y escucho como si corriera un riachuelo entre un bosque en medio de la soledad del silencio… y es que el “chorrito” resuena con eco por toda la casa. Termino de “hacer pipí” y me quedo quieta, no sé cuantos segundos o cuantos minutos, pero permanezco quieta, como si no pudiera arrancar, como si no “diera marcha”, me rasco la cabeza, me quito las lagañas y arranco un pedazo de papel higiénico… bostezo, estiro los brazos, me quedo quieta otra vez. Me vuelvo a rascar la cabeza y un segundo de lucidez acude a mí para decirme: - hey, tu aquí y no se está haciendo mas temprano.




Me incorporo, suspiro, deseo que fuera sábado y no lunes para regresarme a mi cama, acomodarme, cerrar los ojos y dormir hasta las 8 y media de la mañana… pero no, no es sábado, es lunes y todavía tengo que bañarme para poder despertar. Bajo y abro la puerta del patio, prendo el calentador y el fresco de la mañana me estremece, desearía estar acostada. Comprendo que tengo que esperar 15 minutos para que el agua alcance una temperatura civilizada y así poder bañarnos. Subo rápidamente las escaleras rumbo a mi habitación, en ese momento casi se me quita el sueño, pero ante la tentación de  acostarme otros quince minutos y sentirme reina, ama y señora de mi cama, prefiero acostarme, abrazar a mi chaparrita esos quince minutos que para ese momento ya se hicieron diez, y cerrar los ojos.

Al acostarme, prendo la tele. Para “no dormirme”,  divago escuchando entre los últimos desvaríos de Peña Nieto, los encobijados que encontraron en Tepizcoloyo y los chorrocientos mil comerciales que pasan a esa hora, la cual, aseguro, no es la más vista de la televisión nacional, sino la mas resignadamente escuchada en un estado de inconciencia… perfecto para atacarnos con mensajes subliminales. En eso pienso mientras cierro los ojos y me sumerjo en un episodio de tranquilidad, dulce y apacible, para que el despertador suene otra vez en lo que a mi me pareció un simple parpadeo y tener que levantarme… Seis de la mañana… Dios!, que tarde es. Me levanto impulsada por la tardísima hora que es, muevo a mi hija, la muevo otra vez, no despierta, bajo corriendo al refri para prepararle su Leche con chocolate para poder despertarla… 

hasta las glamourosas no lo son tanto cuando se levantan recién
#$$&%%$# sea!! Se me olvidó comprar el chocolate…  me enfundo una chamarra, y así con todo y chanclas, greñas sin alisar y baba escurrida. me salgo para rogarle al cielo que Juanis tenga la tienda abierta para comprar un sobrecito de pancho pantera. Abro la puerta, me asomo y veo de reojo la luz de la tienda que se filtra, perfecto, ya abrió… me limpio las babas y las lagañas en un reflejo rápido, me aliso las greñas y las escondo bajo la capucha de la chamarra, no vaya a ser que me encuentre al amor de mi vida camino a la tienda y no puedo permitirme que me vea en semejantes fachas. 



Regreso a la casa y como un rayo preparo la leche con chocolate, galletas con mermelada y subo para rogarle a mi hija que se despierte. Cuando llego ya está despierta y esperando por su leche…. ¿hija, ya fuiste al baño?, - ay mamá, estaba esperando mi leche. La apuro a tomársela mientras le preparo la ropa interior, uniforme, calcetas y zapatos, y abro la regadera para que comience a salir el agua caliente. “que no se me olvide apagar el calentador”, pienso para mis adentros mientras coloco tres toallas en el toallero y cierro la ventana del baño. Después de rogarle a mi hija que se bañe, y de convencerla de que le saldrá lepra si no se baña, la meto a la regadera mientras escucho que me reclama por la temperatura del agua, está muy caliente, luego está muy fría. Le lavo el pelo y me salpico toda tratando de enjabonarla y luego enjuagarla. Lo bueno es que ya se viste sola, así que cuando es mi turno de bañarme ella se pone el uniforme, mientras le grito que no olvide ponerse crema antes de vestirse, sugerencia la cual regularmente ignora.

Me visto rápidamente, prendo la secadora.. ¡madre mía! Las casi siete de la mañana, no me secaré el pelo, ya no alcanzo. Peino a mi nena y me peleo con ella porque no se decide entre el broche rojo o el azul, o entre irse peinada o ponerse diadema de moño. Hazle como quieras, pero dime ¿tienes tu mochila lista?... mamá no encuentro el otro zapato… mamá, ¿has visto mi cepillo de dientes?... mamá, la alarma de tu celular está sonando…

Quince para las siete y todavía no estamos listas. Que no se me olvide apagar el calentador, pienso. Hay que darle de comer a Flicka, Goyo, Tito o el perro en turno, ponerle agua y hacer malabares para que no se vaya a salir cuando abra la puerta.

Reviso la mochila de mi hija, salgo a prender el coche y mientras pongo en la tarja los trastes sucios me aseguro de cerrar con llave la puerta de la cocina. Salgo mientras engaño al perro aventándole un juguete al patio, apago la luz y giro la llave, la vuelvo a girar, hago malabares para que no se salga el perro, entro a la casa, quito la llave de la puerta de la cocina y cierro el gas para apagar el calentador.

Las siete, ya no tengo tiempo de maquillarme, lo haré en el semáforo de la Fray Daniel Mireles y Francisco Villa, el cual siempre me toca en rojo. Llego con Doña Chabela por el jugo de naranja de todos los días. Dejo a la niña en la puerta de la escuela y son las siete y veinticinco. Me peleo para dar la vuelta en U en la calle alfalfa, en medio de todas las señoras que como yo, también dejan a sus hijos en la puerta de la escuela y no se mueven hasta que los persignaron, les dieron la bendición del cielo y los siguieron con la mirada hasta ver que entraron al salón.


Que mi hija estuviera de vacaciones significó vacaciones para mi. Tener una hora mas de sueño fue fenomenal, y ahora que entra a la escuela retomaré mi rutina de locura por la mañana.

Pienso que yo ya pasé por todo lo anterior, mi mamá también me levantaba temprano, me daba mi leche con chocolate, y para despertarme me ponía las calcetas mientras yo me hacía la dormida. Creo que todos pasamos por esa etapa de carreras matutinas para llegar a la escuela. Yo me pregunto si llegará el día en el que ame levantarme temprano, el día en el que me levante como impulsada por un resorte al ver la luz de la mañana, el día en el que no maldiga el despertador, el día en el que me guste madrugar para ir a hacer ejercicio… No sé cuando llegará ese día o si ese día llegará, pero mientras llega, seguiré resignándome a ser extraída de los tibios brazos de morfeo cada miserable mañana.

La rola de hoy... despiertenme con ésta a todo volumen, me cae que sí me paro...

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