jueves, 17 de agosto de 2017

La cosa va bien...

Estúpida felicidad, rompí uno de mis paradigmas más fuertes y no me arrepiento porque las cosas salieron mucho mejor de lo que esperaba.


Como pueden ver, no ardí en leña verde, tampoco hay desaparecidos y mucho menos me mandaron a volar… y eso me hace muy feliz. 


Mis miedos más profundos son demasiado pendejos que ni siquiera merecen ser llamados miedos... sí, así soy de valiente, pero a esa conclusión llego hasta después de superarlos, porque mientras los tengo los veo como terribles monstruos que me quitan el aliento, que no me dejan dormir, que me desesperanzan, me descorazonan y me enloquecen al grado de desquiciarme y sentirme vulnerable e indefensa. Reconozco que me pongo muy intensa y es porque tiendo a exagerar las situaciones y a ver las cosas desde una perspectiva muy fatalista, porque razono que una vez considerado el peor de los escenarios, lo que venga es bueno.

Precisamente por éste enfoque fatalista es que le temo al NO. Pero confieso que el NO no es mi mayor miedo, porque mis mayores miedos son que se me descomponga la lavadora, quedarme sin gas, que me corten el agua, que se vaya la luz… que no haya internet. Eso sí da miedo, y es que con otro tipo de miedos puedo salir corriendo y desaparecer… pero no se puede hacer eso cuando la lavadora está descompuesta y  no hay agua: debo enfrentarlo.

Por este enfoque fatalista que tengo a veces (siempre), hay gente que me odia cuando doy una opinión o una recomendación, por eso decía en el post anterior que a veces mejor prefiero callar y quedarme con la duda a decir las cosas, molestar y perder todo lo que no he obtenido, porque se puede perder todo, pero si no se pierde la esperanza, por lo menos eso queda: la fucking esperanza de lo que en el futuro podría ser.

Quienes me conocen ahora, podrían definirme como una persona demasiado abierta… demasiado. Sin embargo no todo fue así desde el principio. Ya he mencionado que al conocer al gran amor de mi vida Luis Alberto Andrade Verga, digo Vega, a la edad de cinco años, era demasiado precoz, pero al mismo tiempo muy tímida. Y esta timidez me caracterizó durante muchos años, hasta que cumplí catorce y probé la marihuana et voilá… despegué. Sin embargo mientras tuve esa etapa de timidez me perdí de muchas experiencias, y todo por el patético miedo que tenía para hablar acerca de mis necesidades, deseos, sentimientos y de las cosas que me hacían dudar todo el tiempo.



Cuando era niña y deseaba algo, me costaba demasiado pedirlo, porque razonaba que viviendo en una familia con carencias, lo que menos necesitaban era que yo anduviera pidiendo cosas que se me antojaban. De antemano sabía que por cuestiones monetarias, las probabilidades de que me negaran lo que deseaba eran muy altas. Ahora razono que en esos momentos para mis padres, que no tenían tele y por poco tuvieron a los hijos que dios les dio (hasta que compraron una tele), les era muy difícil mantenernos a mí y a mis hermanos en medio de una crisis durante los 80´s. Fue complicado darles la atención que los tres hijos requerían, sobre todo a la mayor que era la más desequilibrada (¿era?), y a parte de todo, cumplir con las expectativas sociales, familiares y laborales… sí las exigencias sociales estaban (¿estaban?) para volverse locos, así que haber sobrevivido a eso implica que quienes vivimos una situación similar, tuvimos que enfrentarnos con situaciones que tienen mucho que ver con la carencia y las restricciones. Mi mamá tuvo que trabajar, no era como las mamás huevonas de mis compañeros de escuela que a la hora del recreo les llevaban el almuerzo, ella rompió esquemas sociales para darnos una vida con menos carencias. Suena bonito que “la niñez de aquellas épocas era feliz jugando con canicas y con los zapatos rotos”… pero la realidad es que ninguno de nosotros le hubiera hecho el feo a un Atari ni a unos tenis como los de Marty Mc Fly en Volver al Futuro.

Platicando con mis coetáneos, he llegado al corolario de que la crisis de los 80 marcó nuestra manera de relacionarnos con los demás: algunos son restringidos y amables, pensando en que el otro tiene también la misma necesidad… y otros son pertinaces e intransigentes, pensando en que el otro también tiene la misma necesidad. Sí, llámenlo trauma o como quiera que deseen llamarle, pero en mi caso, puedo atribuir al periodo de carestía en mi niñez, la manera tan “¿torcida?” que tengo de ver las cosas, y el miedo irracional que a veces siento de que me digan que no. Sé que hubo niños más carenciados que yo y más necesitados y que hoy en día no están traumados como yo, pero este es mi blog y estoy hablando de mí y no de los traumas que los otros no tienen y yo sí… si quieren tratar sus traumas, que escriban su propio blog.

Prosiguendo, precisamente ese miedo más grande, de que me digan que NO, es lo que me mueve a lograr las cosas, a ser intransigente y pertinaz (por no decir “aperrada”), en algunos momentos, y también a agachar la cabeza y doblar las manitas en otros momentos y en otras circunstancias…. No pienses mal, es una metáfora del sometimiento al que a veces me expongo para lograr mis objetivos… no pienses mal, no acostumbro a dar las nalgas para conseguir algo… es una alegoría de que a veces tengo que ceder para conseguir lo que quiero… me refiero a que a veces la cosa se pone dura y a una no le queda de otra más que aflojar… bueno, me refiero a… daaa, seguro tú me entiendes porque también has pasado por lo mismo.



Ese miedo al NO, es el que me ha impulsado a hacer las cosas más alocadas en mi vida, y también a arruinar mi vida en momentos de locura... pero como en todo, a veces solo necesito un pequeño empujoncito para que las cosas mejoren, o se pongan peor de lo que ya están.

Lo más extraño es que estaba sobria cuando lo dije!
El punto es que, en eso del miedo al NO, en muchas ocasiones he cambiado el rumbo de mi vida y he desperdiciado oportunidades… y he mandado al acabose muchas relaciones… y he arruinado lindas amistades al decir SÍ, por el miedo a decir NO.


Eso de quedarse con la duda es algo que he descubierto que me mata lentamente. Aparentemente es fácil animarse, porque como dicen por ahí “arriésgate por el SÍ, porque el NO ya lo tienes”… pero en mi caso, saberme insuficiente, carente de cualidades, reconocer mis restricciones y darme cuenta de que no cubro expectativas, es más doloroso que quedarme con las ganas o con la duda. Es por eso que el paso que di la semana anterior fue muy importante para mi: resolver conflictos, expresar inconformidades y aclarar las situaciones fue bastante productivo y no ardí en leña verde como creí que iba a suceder, al contrario: las cosas marchan mucho mejor y eso me hace muy feliz.

Aprendí que la mentira nos pone a la defensiva, cuando queremos a alguien y nos miente, la decepción es enorme, igual pasa en sentido contrario, por eso será mejor hablar con sinceridad, el tiempo no se recupera. Cuando no queremos a alguien, nos portamos hipócritas para caer bien y limar asperezas sociales. El problema es que muchas veces no sabemos identificar qué tan importantes somos para los demás... creeré cuando me digas que puedo hablarte con la verdad... lo mejor es que seguimos siendo libres <3 <3 <3

La rola de hoy



Some people think they're always right...




jueves, 10 de agosto de 2017

Cara de Perra

En un lapso de tres minutos, estuve tentada a cambiar el tema del post ocho veces, la inspiración me llega intempestivamente y a raíz de algún suceso que es significativo para mí. Aunque trato de planear los temas, solo escribo a lo pendejo y a veces sale algo productivo...pero la mayor parte del tiempo no es así. Cuando estoy en una crisis es menos difícil escribir, por eso duré cinco años sin contar nada y últimamente he plasmado mis ideas con avidez, y salto de un tema a otro como si fuera chapulín.

Con frecuencia me preguntan de dónde saco la inspiración, y como ya no está Muso4 para inspirarme, ahora veo las cosas desde un nuevo enfoque. (A Muso4 le deben que cada jueves publique mis traumas, eso fue allá por el 2011, se llama Marco Haro, pero por cuestiones de confidencialidad no puedo decir su nombre 😜)

Y es que es increíble hoy lunes por la noche, cómo en un lapso de tres minutos fui del “te odio y quiero que sufras”, al “eres mi inspiración”, pasando por “awww los amo”; “que ricas tetas”; “infelices retrógradas”; “ah, gatitos” y el “ches fanáticos jueputas”. Sí, así soy cuando estoy en mis días y paso tres minutos en Facebook.

No es bipolaridad, es como dodecapolaridad porque paso por diferentes estados en un solo instante, pero les aseguro que eso no cambia mi personalidad en el interior: así soy, que no lo demuestre haciendo caras raras cada treinta segundos, es otro boleto.

La etiqueta social nos indica que debemos ser educados y sonreír, ser amables y actuar para agradar a los demás, pero desde muy niña me caractericé por presentar el Sindrome de Cara de Perra . Aún resuenan en mi cabeza las voces de mis más allegados que me instan a que cambie la cara. –así es mi cara, ¿Cómo carajos quieres que la cambie, ehh? ¿y si me pagas la cirugía? Podría tener nariz respingada y ponerme colágeno en los labios…

Independientemente de la expresión facial, soy de la idea de que lo que sentimos es completamente nuestro, y debemos tener la libertad de sentirnos como queramos, pero las acciones en relación a los demás es lo que nos marca en nuestras relaciones humanas. Si bien es cierto que puedo poner cara de perra todo el tiempo, procuro ser amable incluso hasta llegar al punto en el que puedo hacer a un lado mi gusto exagerado por la comida y proceder a consumir los alimentos que me ofrecen y que fueron preparados con amor, diligencia e incluso en algunas ocasiones a costa del presupuesto familiar. Considero una ofensa más grave sonreír y negarme a comer, a tener mi cara de perra, consumir gustosamente y agradecer por las atenciones prestadas, reconociendo el valor y el empeño que el cocinero puso al elaborar los alimentos… aunque la mayoría de las veces estoy tentada a usar alfileres que me sostengan la sonrisa: procuro ser empática y acepto que no es agradable que me estén viendo con cara de perra todo el tiempo.

¿es hipocresía esto? Sí, y en la más agradable de sus facetas. Conforme transcurrió mi vida, me di cuenta de que a la gente le desagrada estar viendo malas caras, (tal vez sea porque se proyectan). Por cuestiones evolutivas es  mas agradable ver rostros lindos, y las sonrisas hacen rostros lindos. Mi deseo de sonreír es casi nulo, aun estando muy feliz… debo reconocer que a últimas fechas solo el nuevo enfoque ha logrado sacarme una sonrisa sincera de vez en cuando…

Precisamente pensando que para mucha gente no es grato andarme viendo la cara de perra todo el tiempo, en algún momento de mi vida traté por todos los medios de evitar hacer esa expresión de “huele a caca”, o “huele a lunes”, que pa´l caso es lo mismo, pero me di cuenta de que mis músculos faciales no estaban entrenados para ciertas expresiones, sobre todo las que mostraban felicidad.




Y tiene lógica, es evidente que para sonreír se requiere hacer un esfuerzo más grande que para quedarse impertérrita la mayor parte del tiempo, y pareciera que es la misma expresión que tengo cuando duermo, y cuando duermo no hago esfuerzo. Por lógica la sonrisa duele más, y en mi caso hasta llega a ser molesta, tal vez sea por no ejercitar esos músculos de la sonrisa… ¿habrá un Gym para sonrisas?, ahh, sí, ¡es al que voy todos los miércoles en la noche!



Suami Sivananda: –A ver pendejo, tenemos un músculo que arruga la frente, el Músculo occipitofrontal, (venter occipitalis, musculi occipitofrontalis) es un músculo cuadrilátero, situado en la parte posterior de la cabeza. Se inserta por debajo de la línea occipital superior y en la apófisis mastoidea. Desde ese punto, el músculo se dirige hacia arriba y adelante, y se inserta en el borde posterior de la aponeurosis epicraneal. Está cubierto por piel y cubre el epicráneo, del cual está separado por tejido celular laxo. Su inervación es la rama auricular posterior del facial. Función: Es tensor de la aponeurosis epicraneal. Querido Suami, por la falsedad de tu declaración, no dudaría en llamarte Su-ami-go-men-ti-ro-so.

Suami: guru o guía espiritual… sí, hace un chingo de años también anduve en esas ondas del darshana fucking yoga y de esas ...ches mamadas de la iluminación y darshana vedanta, pícale aquí pa que te enteres.


No todo lo que la creencia popular dicta se me acomoda. A lo largo y ancho de mi vida, aprendí que no todos los consejos me vienen bien. Soy demasiado obstinada y patética con eso de los consejos, que a todos les digo que sí… pero no les digo cuando. Sé que puedo sonar hipócrita, pero justifico caer en la hipocresía para evitar herir suceptibilidades. Porque aunque la diplomacia sea solo para las embajadas, mi manera de ser diplomática implica presumir virtudes de las que carezco para tener la ventaja de parecer lo que a mi juicio es despreciable… ¡puta!, me puse filosófica… buehh, filosófica me he les he puesto puta, y ninguno se ha quejado, bueno sí, uno se quejó pero ya está enterrado en el panteón, pícale aquí, sirve que lees el post que tiene menos número de visitas en todo lo que llevo escribiendo... y eso que lo escribí hace poco.

En efecto, ésto de la hipocresía regularmente se me da bien, porque si no fuera hipócrita, ya me habrían quemado con leña verde por exponer mis venenosos puntos de vista… (hasta terminé llamando mentiroso al Swami, y es porque no confío en nadie). Y tal vez tenga que ver con aquello de las proyecciones, pero no la proyección de películas, bueno fuera. Me refiero a proyectar en otra persona lo que en mi misma no puedo ver, porque de acuerdo a los conceptos de psicoanálisis, la proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias… por eso no puedo confiar en la gente porque todos somos hipócritas, todos mentimos.

Proyectándome, tal vez sea que no soporto a la gente re-pendeja, porque en realidad no puedo con mi pendejez… También opino que la gente es sumamente molesta… y hay días que ni yo misma me aguanto… y ahora que lo recuerdo, tampoco me gusta el reaguettón, ¿será mi deseo inconsciente por mover el culo lo que hace que deteste esa abominación?... mmm no. Creo fervientemente que el reagueton es popó.


Consejo: tengan un poquito de urbanidad. Urbanidad: tratar a los demás con hipocresía… hay días que queremos exterminar a la raza humana, te entiendo. Pero matar es ilegal, y ser hipócrita no es motivo de cárcel.

cinco minutos después... posterior a un comentario que me sacó de mis casillas...


–Estoy pensando–. Es la frase que uso comúnmente cuando me preguntan si acaso estoy molesta. Y es que a veces me parece más sencillo contestar así, a dar una explicación detallada de lo que opino que dijiste el trece de febrero del 2016 a la una de la tarde con veintitres minutos y que no concuerda con lo que plasmaste el 7 de julio del 2017 a la una de la tarde con ocho minutos.

Sí, habemos quienes tenemos memoria, aunque parezca que sea sólo para lo que nos conviene. Y también toma en cuenta que hoy en día a las palabras no se las lleva el viento... se quedan guardadas como textos en el teléfono y con ésto se puede corroborar información histórica… e información histérica que pone en evidencia la incongruencia de la gente no amada (triste) y de la gente más amada (más triste todavía) cuando quieren quedar bien con una.... ok, me excedí, pero no estoy enojada, solo un poquito confundida... sé que hay cosas que no son para mí y no me molesta, pero aunque una sea sana y no le guste tomar ni hacer relajo, se siente bien culero cuando dicen: –a ti ni te vamos a invitar porque sabemos que no te gusta... Ok, puedo vivir sin eso, pero de que se siente culero, se siente culero. (lo que me gusta es cuando la gente quiere quedar bien y aún así me invitan ... me siento apreciada).

Entiendo perfectamente que por etiqueta social, hay cosas que sentimos pero no decimos; que hacemos y fingimos no hacerlas; que nos molestan e hipócritamente actuamos como si las cosas estuvieran bien, aunque por dentro nos carcoma la duda, la desesperanza, la confusión. Bendita hipocresía social, maldita mentira piadosa. Y es que no todos somos capaces de sobrevivir con todas las verdades ajenas a cuestas, a todos nos gusta agradar, y a nadie nos gusta sabernos desagradables… a menos que últimamente nos valga madres todo y decidamos mandar a volar la opinión y los sentimientos de las demás personas... pero no de los más amados.

Sin embargo, es bonito saberse querido, y es bonito querer. Pero sé que te llega un momento en el cual es inevitable poner en una balanza las ganas de formar parte de algo vs. lo que se tiene que apostar para formar parte de ese algo (¿mentir por convivir?). Pero toma en cuenta que desde mi percepción, podría apreciar que tu balanza se inclina más hacia lo segundo, aunque no sea así... y tu podrías descubrir lo mismo en relación a mi. En este punto, te pido que sopeses (sopesemos) qué tanto lo vale… sobre todo cuando decides (decidimos) omitir tus (nuestros) verdaderos sentimientos para formar parte de algo ¿no te preocuparía que lo descubriera? En lo personal, a mí ya comienza a fastidiarme ser hipócrita siempre... por eso me gusta el nuevo enfoque 😄😄😄😄, porque el cereal se debe comer con amor.

Y la pregunta del millón es: ¿no será que proyecto mis inseguridades al ser hipócrita, y al decir mis opiniones reales tendré más ganancias que pérdidas?... sin rodeos, la verdadera pregunta del millón, ¿Qué harías de saber que por las evidencias tus declaraciones me confunden, aclararías la situación hablándome con sinceridad o te desaparecerías para evadir?... me ha pasado que la gente se desaparece... o me manda a volar. Y en ésta ocasión, ¿qué pasará?...lo sabrán en el siguiente post… si sigo con vida y no me quemaron con leña verde.

Sí, ya sé que prometí el post del porno… pero lo estoy cocinando todavía...por cierto, últimamente sonrío un poco más... ehhh, ¿será que era bitchface o cara de malcogida?

La rola de hoy...

I have gone beyond my years
I've wasted half my life
But I found it all in you 
Did I save you cause I know you saved me too…

jueves, 3 de agosto de 2017

Tengo que comer, tercera parte

Me choca que por la mañana no tengo hambre, sé que recomiendan siempre desayunar para no quedarse medio pendejos. Pero neta ésto del desayuno de plano no es lo mío, ni tampoco las levantadas temprano, pero ni modo, ¿Qué se le va a hacer?.


Llego a la oficina y ruego por un café, que en las condiciones que pido me lo preparen ya no es café sino negro, así como mi alma. Pero si no tomo café por la mañana todo el día ando como estúpida, por eso me lo tomo de rigor, si de por sí...



Más tarde como a las once apenas me empieza a dar el hambre. El hambre no es el apodo de Ezra Miller, ¡qué más quisiera yo!, así que cuando me empieza a dar hambre mando a Doña Escoba por unos tacos del Yeyo, que si acaso tengo tiempo de comérmelos me harán aguantar hasta las siete y media de la noche, o más tarde que es la hora en la que regularmente salgo de mi pecera, digo, de mi oficina.

Ya había comentado que de camino a casa puedo comprar muchas ricuras para cenar, y es que la cena es para mí la comida más importante del día… o de la noche, porque si no me da “el mal del puerco” (qué más quisiera yo que a Ezra Miller le apodaran “el mal del puerco”) dormir es imposible para mi. Y es que desde mi “accidental sobreingesta de medicamentos” (con todo y fondo musical), conciliar el sueño me es muy difícil, y más cuando tengo un Smartphone con batería y wifi al alcance de mi mano. Sin embargo, como el periodo de sueño es uno de los requisitos de un ser humano normal, y yo quiero parecer normal, debo dormir por lo menos cinco horas. 

Para lograrlo, hago uso de un método de respiración muy peculiar: me enciendo, inhalo, inhalo, inhalo, inhalo, detengo, detengo, detengo, dettttttteeeeennngo, de-tttttttttttteeeengo, detttttttt, prrfffffrfffffffffff desinflo, y repito el proceso hasta que comienzo a ver de color azul. A veces de tanto que respiro me da la tos.

El abastecimiento de alimento para el momento de dormir es muy importante. Si no tengo a la mano mi dotación de ocho bolsitas de garbanzas, o mis elotes con queso y mantequilla, o mis cacahuates al vapor, o mis elotes asados, o mis dorilocos con una coca, o todo junto al mismo tiempo (puedo comerlo todo en una sentada, y a las pruebas me remito), entonces procedo a preparar algo que me ayude en mi afán de llenarme la pancita para dormir plácidamente.

De esta forma, en caso de que no haya comprado previamente algo para botanear–cenar, o cenar-botaneando, me dirijo a la cocina porque regularmente tengo algo de fruta, queso (después de algo salado, de postre me encanta el mango con queso panela rallado), jamón, aceitunas, pechuga de pollo para empanizar, chícharos congelados, carne para hamburguesa y bollos; huevo, empanizador kellogs, salmón crudo, helado, y algunos dulcecitos…(las paletas payaso y los dulces xtreme “tocino gay o vomitada de unicornio", como prefieras llamarle, son mi perdición).

No soy tan atascada como mi hermana la mediana, la preferida de mi papá , su consentida, la niña perfecta, ella si era una master: la primera vez que la visité ya estando casada, tenía una recámara acondicionada como alacena, y más que alacena, parecía puesto de dulces de las doñas de colonias populares: desde papas y churritos totis, pasando por tutsi pops, lunetas, chupa chups, creminos, glorias, lucas, tarugos, paletas payaso, pelones, paletones, palanquetas, pulparindos, duvalines, palomitas, bocadines, miguelitos, picagomas, chocoretas, tamborcitos, panditas, chiclosos, carlos v, huevitos de chocolate, ollitas de tamarindo, bombones, chilarines, brinquitos, hasta monedas de chocolate, natillas, obleas con cajeta, borrachitos, y dulces típicos …comparándome con esto, yo con las paletas payaso y los dulces xtreme “tocino gay o vomitada de unicornio" como prefieras llamarle, me quedo pendeja… los crack-ups también me encantaban, pero dejé de consumirlos cuando les metieron el sabor plátano… el sabor plátano, no el plátano, eh.

Una vez que he respirado profundamente me dirijo a la cocina, donde tengo muchas cosas para preparar, yendo a la cocina escucho que afuera de la casa va pasando el elotero, ese señor que vende elotes, es el elotero, o sea el de los elotes, y en lugar de ir a preparar algo para cenar, mejor decido salir con el elotero, para comprar un elote. Así que bajo a la cocina, ya una vez en la cocina abro el refri y veo que tengo mango y queso panela, así que me pongo a pelar el mango, y comienzo a pelarlo, y luego recuerdo que antes de pelarlo hay que lavar el mango. Que chistoso, el cuchillo también tiene mango, pero no de esos que se comen, así que estoy lavando el mango a medio pelar, y escucho que afuera de la casa grita el de los elotes, así que me lavo las manos que están llenas de mango y salgo a comprar mi elote, pero me regreso porque no traigo dinero, lo olvidé en mi bolsa. Vuelvo a entrar a la casa para agarrar el dinero de la bolsa, y me doy cuenta que dejé el mango a medio pelar, así que regreso a la cocina a terminar de pelar el mango, y ya casi termino de pelarlo y me doy cuenta que no me lavé las manos, por eso interrumpo mi labor de pelar el mango para lavarme las manos, y en eso escucho que afuera de la casa grita el de los elotes, y como se me antoja un elote, me lavo las manos que ya estaban llenas del mango que estaba pelando y me dirijo a mi bolsa para agarrar dinero para salir a comprar un elote. Salgo con dinero en mano, pero tengo que perseguir al del carrito de elotes, lo chistoso es que lo perseguí para atrás porque todavía no pasaba por enfrente de mi casa, apenas iba media cuadra antes y yo no alcancé a salir a tiempo. Cuando alcanzo al de los elotes le pido tres: uno con chile, otro sin chile y los otros dos con todo. 

Tarda una eternidad en prepararlos, carajo, es tan lento, se tarda muchísimo, podría morir de hambre en ese momento, es el elotero más lento de todo el mundo, lleva como media hora haciendo un elote, y eso que soy la única clienta, apenas le va a poner el palito, y todavía le tiene que poner mantequilla o eso que parece mantequilla, porque parece manteca, o sea, ahhhhh, acabo de caer en la cuenta que a la mantequilla le dicen mantequilla porque parece manteca pero no es manteca, es mantequilla, que de hecho no es mantequilla, es margarina porque la mantequilla está hecha de la grasa de la leche, de la leche de vaca, pero la mantequilla no es margarina, porque la margarina es como de leche de la hidrogenación de aceites vegetales, y contiene muchas grasas trans, y al hacer la mantequilla se hace con leche, con leche de la vaca, porque se bate, y eso me recuerda a una anécdota sobre la persistencia, porque la persistencia es importante para la vida, si, la vida, porque vida solo hay una, y… ¿Qué te estaba diciendo?

El elotero me entrega el segundo elote, pero como que ya se tardó mucho, ¿no? ahora solo faltan tres, pero caray, cómo es de tardado, es el elotero más lento del mundo, apenas prepara un elote y yo ya le dí la vuelta al mundo como tres veces, veces, veces, veces, mira una ardilla!!! ahí, debajo del coche, ah no, es un gato es de la vecina…

me le quedo viendo al gato, lo observo bien,
no me había dado cuenta que es un gato hermoso.
 –Gatito, gatito, gatitooooo, chitu chitu chitu chitu chitu
Ufff, después de dos horas, el elotero me entrega mis dos elotes, mmmm, creí que le había pedido tres. Bueno, ahora sí, voy a devorarlos con gusto mientras veo Netflix, voy a ver la serie Cosmos, sale un negrito, corrijo, un afroamericano, se llama Mike Tyson… mmm debí comprar pollo.



Soy tan feliz, me siento dichosa y sumamente afortunada, porque tengo una casa a donde llegar a dormir, tengo a mis tres hijos, dos de ellos preadolescentes: Tito y Pixie, y una peludita que se llama Emmy, como su mamá. 

Ahhhh, la vida es hermosa, soy, taaaaan feliz, y no es sarcasmo, de verdad me siento feliz, y con ganas de abrazarlos a todos, porque todos deberíamos ser felices. Debo reconocer que todo lo que tengo no lo habría podido conseguir de no ser por la persistencia. Me acabo de acordar de la importancia de la persistencia ahora que estoy frente a la tele comiendo mi elote con mantequilla, digo, margarina, pero que sea margarina no importa aunque el 15% sean ácidos grasos trans, mejor conocidos como grasas trans, y no porque le dé por hacerse operaciones de cambio de sexo, sino que los ácidos grasos trans aparecen cuando se agrega hidrógeno a los aceites vegetales, en un proceso llamado hidrogenación porque este proceso retarda la caducidad y mantiene estable el sabor de los alimentos que contienen grasas trans, éstas grasas elevan el colesterol LDL (lipo proteína de baja densidad) que es el colesterol "malo" que incrementa el riesgo de enfermedades coronarias cardiacas… odio cuando recuerdo datos innecesarios pero olvido otras cosas… ¿qué te estaba diciendo?, ah, sí, de la persistencia, pero acabo de recordar que dejé un mango a medio pelar en la cocina, lo estoy recordando ahora mientras bajo a la cocina con mi segundo elote en la mano… está riquísimo, debí pedirle tres, o que a éste me le pusiera más queso, aunque el queso que les ponen a los elotes ni siquiera es queso, es algo así como harina con grasas trans, ¿sabes qué son las grasas trans?, te lo explicaré enseguida, pero primero voy a terminar de pelar el mango que dejé pendiente, porque me encanta el mango con queso panela y lo voy a comer mientras veo Cosmos, ah pero primero me lavaré las manos. 

Me lavo las manos y me dirijo al refri, porque ahí tengo el queso panela y en lugar de consumir golosinas altas en azúcares, como las paleta payaso y los xtreme (tocino gay o vomitada de unicornio, como prefieras llamarle), a mí me gusta el mango con queso panela para cenar: es una cena ligera y con pocas calorías, perfecto ahora que ya estoy decidida a comenzar la dieta, el próximo lunes, o el lunes que sigue, además el queso panela no contiene grasas trans, ¿sabes lo que son las grasas trans? Te lo diré más adelante, tengo la definición de las grasas trans en la punta de la lengua, pero ahora me concentro en mi queso: una cosa a la vez, con calma que tenemos prisa. 

Termino de rallarle el queso a mi elote y vuelvo a subir para seguir viendo la serie cosmos, solo le entiendo de noche, he tratado de verla por la mañana en lo que me arreglo para irme a trabajar, pero me entretiene tanto que sencillamente no puedo hacer tres cosas al mismo tiempo: arreglarme para ir a trabajar, pero rápido para que no se me haga tarde, ver la serie cosmos y buscar en internet una explicación más detallada de qué son las líneas de Fraunhofer y cómo es la interacción entre átomos y fotones... Parece que de noche entiendo mejor los conceptos de astrofísica, y parece que Carl Sagan también los entendía mejor de noche...

Ya no me acuerdo que iba a hacer, pero traigo mucha hambre, y éste último elote que me comí con queso panela rallado, me supo a gloria, pero ahora se me antoja algo dulce… Afortunadamente en el espacio inferior de mi buró guardo mi dotación de paletas payaso y dulces xtreme (tocino gay o vomitada de unicornio, como prefieras llamarle). Pero para evitar el atracón de dulces prefiero mango con queso panela, garbanza verde o cacahuates, o elote, pero asado, porque ese no contiene las grasas trans de la mantequilla que le ponen a los elotes cocidos. Y es que las grasas trans son muy peligrosas porque elevan el colesterol malo y con esto se produce enfermedades coronarias cardiacas, pero eso luego te lo explicaré con más detalle, porque tengo un hambre atroz y me estoy dirigiendo al refri para sacar la carne para hamburguesa que empanicé ayer o la pechuga de pollo para mis bollos bimbo… acabo de recordar que tengo cacahuates en la alacena, me encantan los cacahuates, y lo que más me gusta es que no tienen ácidos grasos trans, mejor conocidas como grasas trans, pero eso te lo explicaré más tarde, porque muero de hambre y pondré a asar los chícharos congelados, una botana natural y baja en calorías, porque ahora no es temporada de garbanza y los chícharos son lo que más se le parece…ah pero abriendo el congelador mejor voy a sacar el helado de mamey que dejé y oh, sorpresa, encontré una paleta payaso que el nuevo enfoque dejó la semana pasada. Mientras devoro la paleta payaso, vacío los chícharos en la bandeja del horno y me doy cuenta de que hay un mango a medio pelar… se me antoja con queso panela. 

Tito, mi hijo peludito, preguntando si le voy a dar mango con queso panela

En lo que se asan los chícharos termino de pelar el mango y ya me vale madres si me lavé las manos o no. Me urge subir para arriba a ver el final del capítulo cinco de la serie Cosmos, estoy segurísima que el modelo atómico de Bohr puede explicar cómo los electrones absorben la luz al moverse entre los orbitales atómicos… es como una novela, ¡que emocionante! (NO estoy siendo sarcástica), llevo mi mango pelado y partido en cubitos, pero inmediatamente me bajo para abajo porque olvidé rallarle el queso panela.

Soy taaaaan feliz, de verdad me siento feliz: tengo todo lo que puedo tener en la vida, ¿por qué no todos pueden ser felices y vivir en armonía con el mundo y la naturaleza? Quisiera la paz mundial, ¿por qué no podemos tener paz, si es tan fácil apreciarnos como seres humanos? Los amo a todos, todos somos hermanos. Estoy considerando hacerme vegana, ningún ser vivo debería venir a este mundo a sufrir, todos deberíamos tener la posibilidad de ser felices en esta vida, y en esta vida hay que ser persistentes, porque había una vez una rana que se cayó en un bote de crema  y persistiendo para tratar de salir, batió la crema, la hizo mantequilla dura y pudo salir. Sí ya sé que es una mamada y no de las que me gustan, pero no entiendo por qué te conté ésto de la rana que hizo mantequilla… mejor me voy a ver Cosmos en Netflix, a eso si le entiendo.

Me encanta cuando los miércoles a las nueve de la noche son las cuatro veinte y como no es temporada de garbanza, la próxima semana compraré tacos de pastor para ver el capitulo 6 de Cosmos.

La rola de hoy:

Podría ser Sweet Leaf de Black Sabbath, pero no, me siento feliz, con muchos ánimos de escuchar a Andres Calamardo


moreeeenaa con la pieeel de choooocolaaateeee....

jueves, 27 de julio de 2017

Tengo que comer, segunda parte

Es mi deber confesarlo, quien me conoce bien lo sabe, pero ya no me da pena decirlo: cuando estoy en confianza y surge la comodidad me encanta comer, atascarme en las comidas, dejar a un lado los modales y chupar, degustar, probar mis dedos, sabrosear, sentir texturas, relamerme los labios, disfrutar los olores, colores, sabores. Amo la carne, la salchicha, el chorizo, la longaniza, sorber sus jugos calientes cuando se escurren… en esta actividad, habiendo amor, si cambias la m por la g, será la misma historia. Sí, ya sé: nunca voy a brillar en sociedad…


Es una apreciación muy personal, cuando hay confianza puedo explayarme comiendo sin modales y sin recato, porque para mí, el acto de comer (con m), es más que incorporar nutrientes al cuerpo: es una orgía de sabores y texturas, de olores y temperaturas, de sensaciones y sentimientos, de descubrimiento y de experimentación.

Me sucedía que durante la noche en mis más húmedos sueños soñaba con comida. Trataba de inducir ese placer porque para mí era casi orgásmico irme a dormir oliendo mis dedos, impregnados con el aroma de los tacos de pastor que recién me había comido… sé que puede sonar enfermo, pero en realidad me tranquilizaba demasiado el aroma de los taquitos cuando mi barriguita estaba llena, porque podía sentirme segura y a salvo, como si un hueco en mi alma estuviera cubierto, y qué mejor que cubrir esos huecos del alma con tacos de pastor… ¿puede existir mayor amor que el amor a los tacos?

El señor es mi pastor, nada me faltará (a veces limones). En lugares de verdes cilantros me hace disfrutar. Junto a aguas de jamaica y horchata me conduce. Él restaura mi panza, me guía por lugares de taquizas por amor a su sabor. Aunque coma en locales de sombra de muerte no temeré a enfermedad alguna, porque tu, señor taquero, estás conmigo. Amen.
¿Puede existir mayor consuelo que el que nos brindan los tacos? El sabor de los tacos es cosa única, la combinación exquisita de la tortilla de maíz con la carne sazonada, las verduras frescas, la cebolla asada, los chiles toreados, y todo esto bañado en salsa roja o verde, picosa o muy picosa, es un manjar que nos reconforta, nos alienta, nos consuela, y hasta nos puede salvar la vida.


La comida me genera expectativa y emociones. Puedo tener un pésimo día, pero sé que yendo rumbo a casa tendré la opción de escoger entre tacos, tortas, pozole, quesadillas, enchiladas, tamales, buñuelos, chascas, esquites, elotes asados, cacahuates al vapor, y cuando es temporada: garbanza verde, también conocidas como guasanas, cocidas o tatemadas, preferentemente tatemadas… con estas últimas tengo una obsesión, porque en la temporada que transcurre de septiembre a mayo, cada tarde ando a la caza de los vendedores que la ofrecen en su recorrido por la calle. En éste último año, con la tecnología actual ya pude hacerme de tres proveedores, y en vez de andar en búsqueda, les mando whatsapp para que me manden la ubicación y poder comprar mi botana favorita, ¿les conviene el gasto de datos para mandarme la ubicación? Sí, definitivamente, porque siendo temporada consumo garbanza en cantidades industriales, pero por pena la pido en presentación individual: –Don, porfas deme ocho bolsitas de a diez… son para la familia. (para la familia de lombrices que me cargo).


La comida me reconforta, me consuela y me hace feliz. Podría poner a la comida por encima de muchas cosas en mi vida, como por ejemplo, encima de la cama, encima del escritorio de la oficina, encima del asiento del copiloto, encima de la persona a quien más amo y comenzar a devorarla sin recato, y luego comerme la comida también.

La comida nos une, la comida es un excelente pretexto para socializar, para conocer gente y para relacionarnos con los demás. Por ejemplo, no tengo una buena relación con mi mamá pero sí tengo una excelente relación con la comida que prepara. Y es que para ser sincera, reconozco que ella cocina riquísimo. Tal vez no le dirija la palabra, pero si me invita a comer tampoco le dirigiré la palabra, solo iré con el objetivo de consumir deliciosamente su pozole rojo, espaguetti a la bolognesa, pierna de cerdo mechada, sopa de papa con chipotle, carne con verdolagas, crema de brócoli, arroz blanco y rojo, cazuela de verduras… lo que sea le queda riquísimo, menos el carácter, ese le quedó de la chingada.



La comida no solo es alimento físico, también es alimento del alma, y cuando mi alma se siente entretenida, o apresurada y con presiones por cumplir fechas límite o entregar proyectos la comida no pasa a segundo plano, forma parte de mi plan: puedo estar realizando alguna actividad como escribir el post del jueves y al mismo tiempo zamparme unos dorilocos o un caldo de oso… sí, caldo de oso. Y para hacer caldo de oso no es necesario primero matar al oso a puñaladas  (qué más quisiera yo, ya me urge 😞). Para hacer caldo de oso solo sigue la receta: http://bonitoleon.com/que-es-un-caldo-de-oso/

La comida me genera expectativas y saborearla antes de verla servida en el plato me mantiene con la esperanza de que éste mundo puede ser mejor, me hace optimista, me hace feliz. Imaginar que comeré lo que se me antoja y pronto disfrutarlo, me pone de buenas. Imaginar que me voy a comer eso que tanto se me antoja y que me cancelen a última hora, me pone de malas, así que consigo comida para llenar ese rechazo, y en ese querer conseguir comida me alucino imaginando lo que podría comer y que esté al alcance de mis posibilidades.
Mira Pelón!!  encontré lo que te falta!!!
Una vez, cuando aún vivía con mis papás desperté con muchas ganas de huevos y salchicha para el desayuno, pero recordé que estaba soltera y tuve que ingeniármelas. Así como soy de especial para la comida, por no decir pertinaz, me imaginaba el huevo apenas frito en la sartén para que quedara doradito y crujiente de abajo, mientras que en la superficie se podía apreciar aún el color naranja brillante de la yema semi líquida apenas caliente. Me dirigí a la cocina para poner manos a la obra y con mucho cuidado rompí dos huevos para separar la yema de la clara, y como no me sale a la primera, terminé usando dos hombres, digo, cuatro huevos, los únicos que quedaban. ¿Qué hice con las yemas rotas?, las guardé para agregárselas a un jugo de naranja natural, mismo que usaría para desatorarme el desayuno (me encanta). Ya que tenía mis claras y yemas separadas, puse a calentar la sartén, agregándole luego un chorrito de aceite de maíz. Minutos después, cuando alcanzó la temperatura exacta, con mucho cuidado vacié solo las claras, moviéndolas para que cubrieran homogéneamente la superficie mientras le añadía una pizca de sal. Esperé pacientemente, y una vez que comenzaba a formarse una costra doradita con las claras, agregué cuidadosamente por encima las yemas para que alcanzara la temperatura exacta y poder llegar a ese equilibrio perfecto entre la clara doradita y las yemas semi líquidas. Se me hacía agua la boca al imaginar mi delicioso platillo, sirviéndolo en el plato y luego rompiendo las yemas con un trozo de pan y empapándolo en ese suculento manjar. Me di cuenta de que me abuela, que estaba de visita en la casa, había agarrado el bolillo que tenía separado para disfrutar mi delicioso desayuno, así que literalmente fui corriendo a la tienda por un bolillo antes de que se enfriara mi delicioso platillo que tanto me había empeñado en preparar, para que tuviera el perfecto equilibrio entre sabor, textura y temperatura. No podía esperar para remojar un trozo de migajón en las yemas tibias, literalmente babeaba de imaginarme el sabor en mi paladar. Un minuto después, cuando regresé, me di cuenta de que mi abuela había vuelto a prender la estufa y con una palita de madera estaba impunemente mezclando el contenido de la sartén mientras me decía: –ví tu huevo muy crudo y me puse a terminar de cocinártelo. No me des las gracias. Lloré, no podía hacer otra cosa.

Sí, reconozco que llego ser patética en mi relación personal que tengo con la comida, al punto de descorazonarme si las cosas no salen bien, y desinflarme como se desinfla un soufleé apenas lo sacas del horno.

Tal vez podría definir la comida como un fetiche para mi, ya he comentado que siendo niña tuve algunos traumas con la manera de comer, digo, de tragar porque no se le puede llamar de otra forma. Y en esta situación comencé a desarrollar gustos por ciertos alimentos y rechazo por otros. Entre las cosas que más me gusta comer (toma nota), se encuentran los pescados y mariscos: me encanta el coctel de camarón, las mojarras fritas en aceite, las tostadas de ceviche, las cazuelas de mariscos con caldo picosísimo que son excelentes para la resaca, los molcajetes de mariscos con mucho queso fundido, que son excelentes para… lo que sea. Eso sí, acompañado de una suculenta cerveza oscura, porque el hecho de que me gusten los mariscos es solo porque simplemente se llevan de lujo con la cerveza. También por eso me encanta la carne asada, pero la disfruto más si la preparo yo misma y me dedico a darle vueltas en la parrilla y cuidarla para que el carbón no la queme. En esto de la carne asada, me vuelvo loca cuando preparo la carne y de paso pongo chorizo o chistorra en el asador, cebollas cambray, nopales enteros, chiles güeros rellenos de queso asadero y todo esto lo acompaño con quesadilas y le agrego un aguacate vuelto puré y bañado con salsa de molcajete hecha de jitomates y chiles serranos asados. La lista de, la que me encanta comer es muy larga, y la descripción de mis comidas favoritas es extensa, sólo hay algo que no me gusta y no puedo comer: el plátano. No es albur, definitivamente no es albur.



A veces me cuesta trabajo decidir qué comer… ¿a veces? De hecho siempre. Mi dilema con la comida implica la eterna racionalización entre costo-calidad-practicidad-cercanía-valor nutrimental-posibilidad de estacionamiento (es un pedo andar dando vueltas para encontrar lugar por muy ricos que estén los tacos, me descorazona éste factor)-tiempo de espera (quesadillas doradas de huitlacoche que tardan una eternidad)-posibilidad de empacho o chorrillo(casi puedo jurar que he comido tacos de perro… pero la salsa!!, la salsa!!!!!)-el nivel de hambre y cuánto tiempo más puedo soportar sin alimento y sin snickers

Parte del dilema también implica el tiempo disponible para comer… entre más tiempo, mejor, así puedo disfrutar la comida… siempre y cuando la comida sea disfrutable… por ejemplo comer cerca del trabajo supone muchas penurias porque regularmente los comedores te venden un platillo económico que incluye: sopa de pasta, frijoles, arroz, tortillas, papas y algo que parece carne, pero que seguramente es soya. Con este platillo de suculentos carbohidratos para darle cuerda a un albañil, solo atino a visualizar cómo se me levanta la sábana y flota a media noche, después de un sonoro prffffffffff… y si me pasa en la oficina tampoco me aguanto: yo lo siento por mis compañeros de trabajo, porque prefiero perder colegas de oficina a perder una tripa.


Comer en compañía es productivo porque así podemos compartir los alimentos, los sabores, y conocer acerca de los gustos de la otra persona, además es económico y nos ayuda a conocer al prójimo por medio de sus gustos alimenticios y obsesiones con los alimentos: hay quien no puede concebir comer sin chile, y otros no son felices si no tienen un refresco de cola para desatorarse el pedazote de carne que se zamparon. Yo pertenezco a ambos grupos.

Comer me tranquiliza, me pone feliz, me aquieta el alma y me relaja. A la fecha, sólo puedo descansar completamente si estoy en estado del “mal del puerco”, y por ese motivo precisamente, antes de ir a dormir le empaco con harrrrta confianza para sentirme satisfecha… de ahí mi obsesión por zamparme $80 de garbanza cuando es temporada.



Próxima entrega: el munchis, digo, el postre.

Y como ando hambrienta, la canchonda de hoy, digo, la rola de hoy:


jueves, 20 de julio de 2017

Tengo que comer...

Mi relación con la comida fue muy tormentosa durante un buen tiempo, y todo comenzó en mi niñez… cuando se forjaron mis traumas, donde echaron sus raíces las malas costumbres y las buenas, los hábitos dañinos y los benéficos. Y lo digo porque en mi caso, la relación que viví con la comida fue turbulenta y revoltosa: la comida no solo son sabores, también son texturas, y las texturas en la situación adecuada disparan sensaciones indescriptibles, como el helado frío de vainilla derritiéndose sobre mi lengua con un trozo caliente de brownie de chocolate, o el crujiente chicharrón de cerdo envuelto en una tortilla de maíz recién hecha y bañada con salsa roja de tomate y chile guajillo. Hay otras texturas que simplemente no soporto: imaginarme comiendo los pellejitos de jitomate en el caldo, me produce una repulsión enorme, como cuando te metes a una alberca y sobre la superficie hay insectos muertos e hinchados.

La presentación del plato también tiene mucho que ver con que se antoje comer: no es lo mismo una cucharada de arroz toda desparpajada en el plato, a que te sirvan el arroz con molde y se conserve la figura redondita… apetecible, aunque el arroz esté incomible. Con esto compruebo que de la vista nace el amor… 


Y precisamente porque de la vista nace el amor, sabía que en ese momento mi querido chush Luis Alberto Andrade Vega no podía haberse enamorado de mi, aunque yo fuera un bombón desbordando ternura y en mi interior tuviera mucha dulzura… literalmente porque me dediqué a rellenarme con dulces acuario, chocolates la vaquita, palanquetas, bombones de colores, palomitas acarameladas, popotes rellenos de azúcar glass, mazapanes, seltz soda, paletas de elote, sugus, brinquitos, paletas de reloj (de esas que lamías y luego estampabas en tu muñeca), chicles motita, chipiletas y salvavidas, pero no de esos que de verdad te evitan el ahogamiento… bueno hubiera sido, porque me atragantaba a escondidas: huía de mi mamá para que no me regañara por mi afán compulsivo para comer.

No siempre tuve problemas para controlar mi ingesta calórica, mi problema inicial era para comer: recuerdo a mi mamá preparándome bolillos con crema, queso fresco y jitomate. Llegó un momento en el que le dije – mamá, la verdad es que nunca me como las tortas, y no te sientas mal, pero a veces mis compañeros a los que nunca les echan nada para el recreo, tampoco se las quieren comer, preferiría mil veces que me dieras el pan untado con crema, una rebanada de queso y el jitomate, prefiero comerlos por separado– . Recuerdo su amorosa respuesta: –te lo tragas.

Y es que mi mamá, en su afán de protectora, me vitaminó con un medicamento homeopático para que me diera hambre, porque antes de mi rechoncha figura solo comía en cantidades adecuadas, mi cuerpo era esbelto y rara vez sentía antojos irresistibles. Sin embargo, bajo el axioma maquiavélico de “los niños gordos son sanos”, me obligó a consumir un horrendo menjurje que yo juraba había salido del cazo de una siniestra bruja, porque sabía asqueroso, y me provocaba unas ganas insaciables de atragantarme con cualquier cosa que se pudiera considerar comible... alimenticiamente hablando.


Cuando estaba bajo tratamiento, experimenté un hambre insaciable, tanto, que hasta me comía la mantequilla a mordidas, la cebolla cruda en capas, y a los huevos les hacía un agujerito para chupar el interior… no pienses mal, estoy hablando en serio… y creo sinceramente que es preferible estar chupando un huevo, a estar cociendo un huevo...



A la fecha me quedan reminiscencias de esos eventos, pero no soy una Dianne Margaret Clayton cualquiera, la gente a mi alrededor no corre peligro si acaso tengo hambre. Hoy en día puedo perfectamente controlar lo que como, mientras esté acompañada, porque estando sola puedo comer sin mesura y sin control.

  

Sé que la presentación de los alimentos es parte importante de su disfrute, pero de acuerdo a los esquemas arcaicos de las mujeres de mi familia, siendo sagrada la comida, independientemente de la presentación, debíamos comerla con gusto, por lo menos se empeñaban en cocinarla y asegurarse que estuviera a buena temperatura al momento de servir. En esto último teníamos que ser muy cuidadosos, porque cuándo daban la orden de que teníamos que sentarnos a la mesa, debía ser de inmediato… dejar la comida en la mesa para que se enfriara en lo que terminábamos de jugar para sentarnos a comer, ameritaba el uso de la chancla… y no precisamente para caminar. 

En la austeridad familiar de aquellos años, la comida se consideraba como un bien muy preciado para compartir… y como moneda de cambio de chantajes y amenazas: cierra la boca y come, si no comes no hay postre, si comes todas tus verduras, crecerás grande y fuerte; tienes que comer para poder salir a jugar; si no comes, te vas a morir debilucho; nosotros aquí teniendo comida, y muchos niños que se mueren de hambre… todas estas frases dejaron de utilizarse conmigo cuando padecí esa hambre atroz producida por el medicamento para estimular mi apetito, y la frase más repetitiva que mi mamá usó para conmigo fue: - ya contrólate pareces cucaracha, que hasta los cables de la luz se tragan.


Recuerdo que, como todos los niños, tenía gustos por comidas particulares, y rechazo por otras: generalmente la comida que me encantaba era poco nutritiva, y aquí me atrevo a asegurar que todos pasamos por esa etapa.

Teniendo una hija preadolescente es inevitable recordarme a esa edad y complacerle su gusto por papitas, galletas, príncipe y chokis, tacos de bisteck con verdura y salsa, quesadillas doradas, helado de chocolate y de limón, sándwiches calientes sin vegetales (aunque no le pone pero alguno a los subways), lasaña, la pizza pero sin piña (y en este punto pienso desheredarla), caldo de res y pollo, sardina con papas sabritas, quesadillas con doritos, Brócoli (sí, le encanta el brócoli), arandanos secos, platano (guak, odio el plátano), manzana, calabaza, jitomate en salsa, jicama y pepino, sopa de pellejito de jitomate (iukkkk askoooo), carne de res, picadillo, atun, pescado… no le gusta el aguacate, ni el queso azul ni las frituras demasiado condimentadas, y a diferencia de muchos preadolescentes, ella no puede comer comida chatarra todo el tiempo… ha llegado a hacer a un lado las sabritas y ricolinos para comer brócoli y jícama con limón… ahora que analizo las cosas, soy tan mala madre que nunca le he prohibido comer golosinas y frituras, ni tampoco la he obligado a punta de chanclazos a comerse las verduras: sé que no le gusta el aguacate, así que no me desgasto insistiendo que lo coma...

Mi hija tiene una relación sana con la comida: si se le antoja se la come, y si no, pues no, no la obligo a comer y ella voluntariamente come sano, más sano que muchos de su edad. Mi relación con la comida, es un poco extraña, y a la fecha hay a quien le sorprende que tengo gustos aparentemente contradictorios: me encanta el jitomate, lo amo, podría comerme un jitomate como si fuese una manzana, si le agrego un poco de sal, para mí es un manjar… pero nunca intentes ofrecerme un pan que lo incluya, me parece sencillamente intragable: la mezcla de la harina con el jitomate no me agrada… a menos que en el pan bañes el jitomate con aceite de oliva y le espolvorees un poco de óregano… así cambia la cosa. Igual que el jitomate, hay cosas en las que muestro una repentina aversión y posteriormente me descubro amándolas: es como cuando voy a una fiesta, ponen reaguetton, y es inevitable hacer mi cara de “huele a desagüe abierto” pero cuando le agrego alcohol en la dosis adecuada temino perreando. 



En efecto, hay ocasiones en las que prefiero comer los ingredientes por separado, hay platillos que no pueden mezclarse y cual si fuera una obsesiva compulsiva, procuro servirme en platos diferentes para que los sabores no se perviertan. En el caso de mi adorado hermano, aclaro, no el Caifán sino el de sangre, tenía una incomprendida afición por las conchas con mermelada de fresa y frijoles, o el caldo de res con plátano y dulce de leche… y yo, procuro no mezclar el espagueti con el gravy de la carne ni la ensalada… pero con mucho gusto puedo comer uvas blancas con queso manchego, higos con jamón serrano, aceitunas verdes con ciruela pasa y almendras, queso de cabra con ate de membrillo, salmón crudo con salsa de soya… y hablando de alimentos crudos, debo confesar mi gusto culposo por la carne… sencillamente es imposible ser vegetariana, la carne cruda es para mí un manjar.



Mmmm, esto de la carne cruda es fabuloso… continuará el próximo jueves.

La rola de hoy…