jueves, 29 de junio de 2017

No creo en las hadas


Domingo 18:45, bajo la influencia de mi pluviofilia, desde el interior de mis acogedores y tranquilos aposentos, salgo al balcón para respirar profundo el petricor que provoca la llovizna que cae antes del inicio de la tormenta, y así como inicia la borrasca afuera de mi sereno hogar, siento la tempestad y el bullicio por fuera de mí, porque en mi interior está la paz que hace seis semanas no podía tener… ojalá pudiera decir eso, pero la neta es que todavía me siento de la chingada, y con estos pinches climas depresivos lo único que se me antoja es un episodio de hueva dominical: meterme a mi tibiecita cama, acompañarme de mis perrijos: mi Hija Pixie y mi Hi-Jo tito, mientras sopeamos buñuelos en chocolate abuelita y vemos netflix… bendito netflix que me mantiene alejada de la depresión dominical. Y es que sencillamente, ver el canal dos “el canal de las estrellas” o el canal cinco, “equis hache ge ce”, ya no está a mi nivel…

-ejem, cambió a “Las estrellas” y ahora es el once

-¿ah, que ya no está en el dos “el canal de las estrellas”?, fíjate nomás hace cuanto que no lo veo.

Con este clima, es inevitable estar nostálgica irreflexiva. Sí, nostálgica irreflexiva y no nostálgica y reflexiva. Porque eso de la nostalgia es “tener ese sentimiento de anhelo por lo que viví y ya se fue”, y lo de irreflexiva es porque ya me da hueva dedicar más tiempo a analizar la pinche situación: las evidencias apuntan a que ni siquiera él sabe por qué me dejó, así que voy a dejar de torturarme y ya no le voy a dar más vueltas al asunto.

Sí, ya sé que dije lo mismo el post pasado, y el antepasado, y el pasado al antepasado. Yo espero que éste ya sea el último, porque pesar de que trato, por todos los medios posibles, de mantener una postura racional y estoica, aún me quedan reminiscencias de “pensamiento mágico”, ese pensamiento pendejo que me dice que se aparecerá mi Príncipe Pelón, digo, mi Príncipe Azul, y me dirá que reconoce que se equivocó, que fue un tonto y que se arrepiente de haberme mandado a volar, y que acepta que su sospecha de infidelidad es derivada de su inseguridad, la cual es tan grande como la de Ecatepec los sábados por la noche.

Sí, aún me quedan vestigios de ese pensamiento pendejo que me mantiene con la mente todavía nublada, esperando a que algo mágico e inesperado suceda. Enamoramiento, apendejamiento, embrutecimiento voluntario o como sea que se llame, ese pensamiento pendejo no deja nada bueno, pero como pueden ver no ha sido fácil erradicarlo del todo. Y es que de manera patética, fui educada por muchos años para alimentar a ese pensamiento pendejo y aún me quedan rastros de esto. Hasta donde recuerdo, todo comenzó a la edad de cinco años con mi deseo por un beso…


Por increíble que parezca, es Dulcinea del Rebozo, a los cinco años.


Así es, quería darle un beso a un niño muy atractivo. Cuando lo vi por primera vez me encantó, tenía algo, un "no sé qué, que qué sé yo, que quién sabe", y hasta pasado un tiempo pude definirlo: él era una fusión del aplomo y la valentía de Koji Kabuto con la guapura de Glen Lantz y tenía una expresión siniestra, de esas expresiones faciales que te invitan a hacer cosas malas y prohibidas… o al menos eso era lo que yo interpretaba con esa mirada que me invitaba a pecar. Era él: Luis Alberto Andrade Vega (sí, lo pongo completo, a ver si alguno de los lectores lo conoce o si el wey se busca en google, y le sale este blog… igual y se anima y se me hace). Sí, Luis el ícono de esa sensación que tenía a tan tierna edad y de los deseos casi irresistibles de robar un beso… yo solo quería un beso, un pinche beso y ya… porque el niño se me hacía guapo.


Viendo las cosas en retrospectiva, considero que lo que sentía era una atracción natural producto de mi precocidad, misma que de haberse encauzado inteligentemente por parte de las personas que se encargaban de mi cuidado y educación, hubiera fructificado años más tarde en algo más productivo que una loca tacaña traumada que escribe un blog para ventanear sus conflictos existenciales y ahorrarse el costo de un psicólogo (Flor estoy en quiebra, dame chance)… de haber sido bien encauzada mi precocidad, tal vez hubiera podido ser astronauta o por lo menos tener una licenciatura respetable en el área de ingeniería, química, biología, física o matemáticas. Puede que no sea tarde para lograrlo, ya que de acuerdo a Rhonda Byrne y Karime Macías,  eso de ser astronauta se puede conseguir teniendo mucha fe y haciendo muchas planas de: sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta; sí, merezco ser astronauta…






En efecto, aquí en esta etapa de mi vida, es donde recuerdo de manera consciente que se formó ese esquema de pensamiento pendejo que tenemos muchas mujeres, esquema contra el que algunas, no todas, luchamos incansablemente para erradicar. Me refiero a este pensamiento como un “pensamiento mágico”, porque en mi ilusión de la niñez (la ilusión es normal en la niñez, ya luego es adormecimiento mental = apendejamiento voluntario), me enseñaron a crear expectativas alrededor de un evento factible, pero estadísticamente improbable. Y es porque en mi simplicidad infantil a la tierna edad de cinco años, no tenía como objetivo un “casarnos y vivir felices por siempre”… la realidad es que a esa edad yo solo quería robarle un beso … y un arrimón.

En un corto periodo de tiempo, pasé del deseo por un simple beso, a imaginarme una vida perfecta al lado del que sería mi gran amor, mi media naranja, el dueño de mi corazón y de mis quincenas, el príncipe azul que llegaría a salvarme de la torre del castillo: modelo de hombre perfecto y padre de mis hijos.

Claro que suena tan ridículo como se lee, y de tan ridículo que se escribe hasta me dieron ñañaras y una tremenda comezón en las plumas, porque hoy en día, estimados lectores, estoy bastante peludita como para enfocarme en pendejadas, en la "magia" de ese "pensamiento pendejo" que implica fantasías y situaciones fuera de la realidad, pero coincidentes con nuestras ilusiones interiores… Y a la fecha sigo ilusionada con que el Pelón regrese… saaaaaabe. Uff, si estaré pendeja, ya tengo que decirle adiós...

                                    




Esto del pensamiento pendejo comenzó con el mero deseo de besar a Luis por el simple hecho de que me parecía atractivo, pero para lograr eso, para besarlo, tenía que pasar por un burocrático trámite. Y ahí en ese “burocrático trámite” fue que comencé a crear "fucking expectativas de shit", porque me dijeron que así es como funciona el mundo: resulta que de acuerdo a los esquemas sociales primero tenía que casarme con él, pero al planear los detalles de éste maléfico plan, para poder primero casarme con él, era necesario que yo le gustara, y para que yo le gustara no sabía que carajos hacer. Caray, yo ni siquiera conocía al tipo, sólo me parecía atractivo y quería robarle un beso… pero de acuerdo a los esquemas socioculturales enseñados por esa Honorable y Sacrosanta Institución que es mi familia con el “diseño original”, primero TENIA que casarme con él.



Ese “tenía qué”, me marcó durante una etapa larga en mi vida. Porque aunque a los cinco años yo solo quería tocar con mis húmedos labios los suyos (sí, tenía cinco años, reconozco que fui muy precoz), cuando externé éste deseo ante los adultos que me rodeaban, se me aclaró que no era correcto que a mi tierna edad tuviera ese tipo de pensamientos pecaminosos… carajo, yo solo quería un beso… y arrinconarlo para aplastarlo contra la pared, en un arrebato de cosquillas pélvicas … pero de eso a entablar una “relación” y comprometerme a serle fiel en la salud y la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso, hasta que la muerte nos separe… uta, hay un abismo. Sin embargo "Tenía qué” casarme primero con él, para después poder besarlo y hacerle lo que a mi cochambrosa imaginación de cinco años se le ocurriera.

Así que con este esquema, a mis tiernos cinco años, y con mi imaginación desbordada, planifiqué, imaginé e idealicé todo un suceso nupcial alrededor de la expectativa de solo… besarlo.

Sí, lo repito y lo vomito: suena bastante estúpido, pero en ese entonces yo solo tenía cinco años, confiaba en que los adultos que me rodeaban me enseñaran cómo funciona el mundo, y estaba empecinada en besar a ese wey. Fue tanta la influencia del entorno que de verdad fantasee con una pinche boda, solo para llegar al punto de: "ahora puede besar a la novia" 

Me di cuenta desde entonces, que los niños la tenían más fácil: simplemente llegaban y robaban un beso. Pero, ¿una niña haciendo eso? diosbenditonoslibre, qué modales son esos!!!

Pídele a dios… pídele a la vírgen… haz las cosas bien y tendrás tu recompensa, compórtate como una dama y encontrarás el amor verdadero… si repites el nombre de tu amor e invocas al rayo de luz, y te rocías con la loción “ven a mi”, en tres días tu amor estará a tus pies … ¿de dónde rayos salen éstas ideas estúpidas? … pues de las mujeres supersticiosas que me rodeaban, de aquellas que bajo el esquema de pensamiento mágico que nos inculcaron, intentaban bajo todos estos medios estúpidos de “atraer el amor” y encontrar marido.



Sospechaba que jamás funcionaría, pero me parecía divertido jugar a ser bruja y pintar con gis estrellas de cinco picos en el suelo del cuarto de mi abuelita... años más tarde me acusarían de simpatizar con el satanismo, lo cual me daba mucha risa que les asustara y me hacía sentir más lista que los demás, porque en realidad no creía en esa basura.



A veces me imagino que aunque traté de racionalizar el asunto, este esquema mágico de pensamiento, por la insistencia de la gente que me rodeaba, se fue filtrando por entre las cisuras de mi corteza orbitofrontal, así como se le escurre la nieve a mis brownies, ¿exagero? pícale aquí y entérate.  Esto tiene que ver con lo que yo llamo  las “fucking expectativas de shit”, mismas que ya he mencionado previamente ... aunque también "lavado cerebral progresivo", es otro nombre que podía definir este proceso.


Pasó el tiempo, llegué a tercero de primaria, y de ser la niña precoz con ganas de besar a un chico, pasé a volverme tímida e insegura y jamás me atreví a algo más allá de solo mirarlo. Creo que únicamente en tres ocasiones crucé palabras con él: 
–me das permiso de pasar? 
–tu mochila la tiene Emmanuel
–si, ya abrieron la cooperativa    … ufff, romanticismo puro y duro.


Emmy, ¿no te parecía más sensato hablarle para entablar una amistad? Si, pero no podía hacer eso, porque una pequeña dama no anda de ofrecida…

“que ellos te rueguen, porque tienes que darte a desear” –mi madre, siempre.

            

Lo más deprimente del caso es que en vista de que no podía entablar comunicación directa con él (porque de acuerdo a mi madre “a los hombres no les gustan las rogonas”), pasé mucho tiempo llenando en secreto planas de cuaderno con su nombre, corazones y flechitas, invocando su atención como si se tratara de una fórmula mágica. La obsesión con Luis no se volvió patológica, (obsesión patológica si le hubiera dado "agua de calzón"), pero todo esto fue molesto porque gasté mucho tiempo en escribir planas y planas que no me sirvieron para nada, mas que para darme dolores de mano. Me lamento por eso, porque en lugar de perder el tiempo en todos esos rituales absurdos pude haberle pedido directamente que me enseñara a dibujar, actividad en la que destacaba notablemente, o practicar algún pasatiempo que los dos tuviéramos en común, para convivir un rato y luego robarle un beso. Pero la realidad es otra: durante esa época solo me dediqué a llenar mi cabeza de fantasías e ideas estúpidas sobre el futuro deseado.



Unos pocos años más adelante al razonar estos procesos evidentemente fantasiosos y cuestionar su utilidad, comencé a criticarlos. Sin embargo la influencia del entorno es bastante abrumadora, al punto tal de que a la fecha hay gente a mi alrededor, y de mi edad, que habitualmente gasta tiempo en realizar rituales para que ocurran milagros con la esperanza de que éstos les mejoren la vida. Siendo una niña, y con las imposiciones del entorno, fue difícil enfrentarme a estas costumbres, y lo peor es que conforme fui creciendo, de manera inconsciente y no tan inconsciente fui imponiéndome limites y trabas para lograr mis objetivos, al grado tal de realizar prácticas que hoy en día considero insanas y altamente nocivas... como por ejemplo desear el sufrimiento y vivirlo con abnegación.



La influencia del entorno sociocultural fue la que empujó a mi familia y los conocidos más allegados, a formarme bajo esos esquemas y costumbres arcaicas, propias de la edad de bronce… caray, solo faltaba que me pusieran un cinturón de castidad… cosa que no veían muy descabellada, porque mi precocidad era equiparable a la de los niños que le subían las faldas a las nenas para verles los calzones… y es que yo quería hacer lo mismo, (sí, subir faldas para ver calzones), pero por la misma influencia de mi familia, me fui moldeando y reprimiendo al grado tal de ser incapaz de reconocer mis propias emociones, aceptarlas y disfrutarlas. Esto fructificó en molestas e inoportunas explosiones anímicas y arrebatos de locura e incongruencia años más tarde, como por ejemplo una accidental sobreingesta de medicamentos, con escenario incluido y fondo musical.

Durante mucho tiempo, mis luchas internas han sido para librarme de estos esquemas, y aprender a aceptar de manera auténtica mis sentimientos, aficiones y deseos. Reconozco que es un proceso largo… que no tendría por qué ser tortuoso ni doloroso. Sin embargo lo es, porque he tenido que racionalizar mucho las circunstancias para llegar a verdades evidentes, por ejemplo que no me gusta encajar en el predeterminado prototipo femenino… y eso es tema para el siguiente post.

la rola del día... no pude haber escogido una mejor rola!!!






how could it have come to this? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios bienvenidos!